por Eck
“No tienes derecho a añadir ni una sola palabra a lo que ya dijiste
¿Porqué has venido a molestarnos?...Bien sabes que tu venida es inoportuna.”
El Gran Inquisidor a Cristo
Introducción: las razones del Gran Inquisidor
En verdad, en el fondo de las cosas, el Gran Inquisidor tenía razón cuando reprochó a Cristo su primera venida y su pretensión de liberar a la humanidad de sus muelles y amadas cadenas. ¡Oh, esclavitud tan querida de los hombres, encarnada en esos ídolos del Poseer, del Prestigio, el Placer y del Poder! Estos son los verdaderos dioses y no los idolillos mitológicos inocentones de la gentilidad. En lo profundo pensamos, reconozcámoslos o no, como esa novelita deliciosa, cínica y desengañada de Wenceslao Fernández Florez titulada “Los Siete Pilares”, que son, nada más y nada menos, que los siete pecados capitales... quitados los cuales cae en el caos la sociedad entera.
El propio Cristo compartía el juicio como se puede ver en sus afirmaciones subversivas del tipo: Fuego vine a echar sobre la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté encendido! (Lc. XII, 49) No muy razonable con el Calentamiento Global, como se ve (esperamos la hermenéutica de Francisco y sus mariachis con ansia), o esta perla para el día de las familias, tan amada por los conservadores de toda laya: No creáis que he venido a traer la paz sobre la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. He venido, en efecto, a separar al hombre de su padre, a la hija de su madre, a la nuera de su suegra; y serán enemigos del hombre los de su propia casa. (Mt. X, 34-36) No es de extrañar que escandalizase a las buenas gentes y trajese graves trastornos al Estado y a la Sociedad al mostrar el crimen, la hipocresía y el despotismo sobre el que sustentan. Las potestades del año 33 así lo vieron y actuaron en consecuencia confirmando el gran secreto: “Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo (el inocente) por el pueblo y no perezca toda la nación” (Jn XI, 49-50)
Cristo y la Ciudad del Demonio: el Mundo
No en balde el que edificó la primera ciudad fue un fratricida huido, Caín, la primera ciudad de los hombres donde reina su amo y señor, el Demonio, y las somete a través de la ley del pecado. Y puesto que el Diablo es el Principe de este mundo (Jn XII, 31) y Cristo es el que vino a quebrantar su poder y sus obras. ¿Qué mejor nombre que llamarle revolucionario de este Mundo, el más grande y el único a Jesucristo? Él no iba contra los césares ni los reyes, meras marionetas, sino contra quién les otorgaba el mando; ni contra los ricos sino contra el dinero que los creaba, ni contra los pecadores sino contra el pecado, raíz a la que dio el hachazo fatal con Su vida. El Salvador vino a revolucionar el Mundo, es decir, devolverlo al punto de partida anterior a la Caída. En latín es re-volvere y la acción revolutio...como hacen los planetas en el cielo. A devolverles su verdadero curso. Y ¿qué es quebrantar las obras del Diablo sino subvertir el orden impuesto por el Enemigo, verdadero gobernante del orbe, que da y quita potestades de todo tipo: políticas, sociales, económicas, culturales, etc.? ¿Qué es el Sermón de la Montaña sino el más grande Manifiesto contra la lógica de nuestra vida y el mayor canto a la libertad verdadera, la de ser hijos de Dios? ¿No cumple, acaso, con las profecías de liberación judías y paganas, con la esperanza de todos los pueblos que habitaban en tinieblas?
Así que el Gran Inquisidor tenía razón en condenar a la hoguera a Cristo por subversivo contra los poderes constituidos, por revolucionario contra toda sociedad “civilizada” y por sedicioso contra las verdaderas jerarquías y sus magisterios trayendo el escándalo al pueblo y rompiendo la quietud de las conciencias de las ovejas hipócritas, tan sabiamente apacentadas por sus tan farisaicos pastores. Pero el “mal” ya estaba hecho a pesar del celo de las potestades y la labor revolucionaria de la Iglesias y sus santos y mártires aumentaba con el tiempo trayendo una guerra civil a la humanidad y el peligro de hundimiento general del orden terrenal por lo que que a grandes males, grandes remedios. Para resolverlo tendrá que venir un personaje similar pero contrario: el Anticristo.
El Anticristo ante el espejo
Existe una creencia rusa poco conocida y muy aguda, la de creer que el Anticristo será una especie de doppelgänger de Cristo. Un hermano gemelo malvado, su imagen invertida pero tan parecida que se pueden confundir con Él. No en balde San Pablo nos lo avisó con su “Y no es de extrañar, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz” (II Cor. 11, 14), en este caso con la máscara de mesías redentor de todos los males humanos y el gran dador de todos los bienes terrenos. Así que el Anticristo se manifestará como el Restaurador del Mundo, el que viene a reconducir el orbe a su estado caído y atacar la labor revolucionaria de Cristo. El gran Enemigo será el campeón de la reacción del Mundo, la Carne y el Diablo y vendrá en pos de sus antiguos fueros. Así que tenemos el reflejo, la imagen invertida de un Cristo, restaurador del Cielo y revolucionario en la Tierra a través de la Humildad, la Cruz y el Fracaso; en el Anticristo restaurador de la Tierra y revolucionario del Cielo a través del Orgullo, la Gloria y el Exito.
El Mesías de Luz
Una de las pesadillas más recurrentes de la apocalíptica es la forma del Anticristo. Con mucha imaginación las gentes y los iluminados de toda laya lo describen como un Leviatán que arrasa todo a su paso, que se merienda a los niños en espetones y salsa barbacoa, que ilumina los jardines con disidentes como antorchas a lo Nerón, y otras crueldades que dejarán al marqués de Sade como un autor monjil de novelas infantiles, y a Caligula como un aficionado jefe de escalera. Fuego, llamas, lava, ceniza, grisura, rayos, truenos, relámpagos, terremotos, edificios en ruinas, hambre, epidemias, catástrofes naturales, sufrimientos a mansalva, muerte por doquier, cadáveres en descomposición, el mundo convertido en un suburbio de Mordor o de Detroit, que es peor, porque nadie le echa un ojo para vigilarlo. Así lo describen pero, me pregunto: ¿A quién atraería semejante cuadro, a parte de sadomasoquistas y amantes de Black Sabbat? ¿A qué político se le ocurriría basar su campaña electoral en que traerá la ruina, la peste, la guerra y las destrucción?
No. Se equivocan y mucho, la realidad será más parecida a un chiste agudo sobre el infierno y las elecciones. Cuentan que un político murió por un error del ángel de la Muerte y al llegar a las Puertas del Cielo, su portero, San Pedro, le ofreció pasar un día allí y otro en el Averno como compensación; una vez hecha la experiencia podía decidir dónde quería quedarse para siempre. Tras pasar un día entre armonías, arpas y angelitos en medio de nubes y arcoíris, bajó al Hades donde estaban de farra continua, odaliscas, viejos amigos sonrientes, ríos de vino y los mejores manjares que se podían concebir. Regresó ante San Pedro y eligió el infierno. Cuando volvió contentísimo al Inframundo, el escenario había cambiado completamente: eran campos de soledad, mustios collados, desiertos de ceniza, sufrimiento y esclavitud.
- Ayer estábamos en campaña.¡Hoy ya votaste por nosotros!
El Fin del Mundo, la gran campaña electoral
La gran campaña seguirá el guión de las Tentaciones de Cristo y tomará el consejo del Gran Inquisidor de aceptar los dones allí donde se negó Cristo reconstruyendo los pilares quebrados por este y erigiendo la nueva Torre de Babel contra Dios:
1º Choripanes para todos
Para ganarse al pueblo y ser elegido democráticamente el Anticristo dará prosperidad económica a todo el mundo convirtiendo las piedras en panes y saciando a las multitudes de sus deseos egoístas a cambio de su fidelidad. Un pacto comercial, un do ut des frente al don gratuito de Cristo.
2º El jueves, milagro
Para ganarse a las aristocracias de toda laya lo mejor son los milagros que muestren su saber, religión, nobleza y riqueza a petición del respetable, y no como signos que rompen la mollera y nos sacan de nuestro egoísmo. La perfección humana, que atraerá como locos a los que se creen los mejores, los nuevos dioses, y que le hará vender sus libros de autoayuda como rosquillas para todos los que quieran seguir sus pasos en pos de la cima. Y sobre todo, el milagro será un medio de someter a los hombres a sus designios. Un diosecillo a su medida de pequeños endiosados.
3º El gran Hermano
Finalmente la gloria del mundo como rey y señor dominando todos los reinos de la Tierra, elegido de consuno por el pueblo y los dirigentes. A tales vasallos, tal señor. Será su hermano, todos compartirán sus valores en hermandad, pero el más grande y gobernante de todos porque será el que los lleve a la cima, su arquetipo y ejemplo. Nada de tiranías nazis o comunistas; el demonio no se conforma con obediencias obligadas, su orgullo no se lo permite, sino voluntarias y anhelantes como pide su soberbia. Convertir a los hijos de Dios y columnas de la Creación en sus esclavos y ruinas colmará su odio al Eterno. Hermanos sin Padre, Hijos huérfanos, sólo el interés, el odio y el egoísmo cimentará tal unión. Paradoja, queriendo ser dioses renuncian a la divinización, creyendo amarse cada vez se odian más a sí mismos y pensando en su propio interés cada vez empeoran. Por esta contradicción odiarán cada día más y más a los pocos fieles, los que muestran con su mera presencia la mentira, con saña alimentada por la envidia los atacarán y por soberbia los destruirán al negar el gran ídolo de sus vidas.
Los fieles serán perseguidos como locos y criminales, los que se oponen a la deificación del hombre por el hombre y la construcción del paraíso sobre la tierra, y encima tendrán la gran tentación de que el Anticristo cumplirá todas las promesas de Nuestro Señor de forma aparente pero sin Dios y sin amor. En fin, el Diablo y su elegido mostrarán todo su poder de seducción, nos darán todo lo que se puede desear sobre la tierra, un falso paraíso, todo a cambio de un rodillazo hasta que se deposite el voto en la urna. Y como en política no hay voto imperativo ni obligación de cumplir lo prometido...
Conclusión
Durante muchos años, uno de los temas estrella de la apologética era que el cristianismo servía al orden al mantener la paz de la sociedad. Esto lo resume Napoleón con su frase de que un cura le ahorra cien gendarmes. Argumento cínico y farisaico que sacraliza las injusticias y usa a Dios como garante de un orden aunque se haya hecho con la sangre de los inocentes. No andaban desencaminados los teólogos de la liberación cuando intuyeron lo revolucionario del mensaje de Cristo, pero se engañaron al ver sólo el aspecto socioeconómico y no que el Redentor era mucho más radical y poco estaba interesado en cambiar de marca de cadena por otra peor en vez de ir a la raíz del problema de los hombres: el corazón humano. En realidad, las revoluciones que se desencadenan desde 1533 hasta la actual, no son más que intentos reaccionarios de volver a antes de la Cruz, signo de contradicción (Lc. II, 34) y restaurar el poder de los ídolos y de su señor. La revolución cristiana destruyó para siempre el mecanismo de dominación diabólica y sus efectos deletéreos aumentan con los años, como la semilla de la mostaza, dejando como inútiles todos los parches que pone el Mundo hasta que tenga que venir el reaccionario y restaurador del Diablo para intentar acabar con la subversión contra el Príncipe del orbe y con el subvertidor, Cristo.
Y vencerá el verdadero Rey, coronado legítimamente en la Ciudad Santa en la Pascua.