martes, 31 de marzo de 2015

¿Quién soy yo para juzgar?





En estos días se está discutiendo una ley en el estado de Indiana por la cual individuos o empresas podrían negarse, por motivos religiosos, a contribuir de algún modo a parejas del mismo sexo. Por ejemplo, una panadería se podría negar a hacer una torta para la fiesta de un "matrimonio" gay, o un sacerdote católico se podría negar a casar una parejita del mismo sexo...
Por supuesto, semejante iniciativa discriminatoria hacia los derechos universales del hombre está siendo muy discutida y cuestionada. Y no me extrañaría que, gane quien gane las elecciones, en poco tiempo tengamos la discusión también en Argentina.
Mientras tanto, en Roma, el Romano Pontífice, maestro universal, nos advierte que él no es quién para juzgar este tipo de conductas y prefiere, en cambio, dedicarse a admonestarnos acerca del cuidado que debemos tener con el agua y otros recursos naturales.  
En tiempos disolución de la civilización y de la Iglesia, es reconfortante escuchar obispos que aún piensan con principios católicos y que, además, tienen la valentía de decirlo.


Subtitulado: Jack Tollers

lunes, 30 de marzo de 2015

El jubileo de Bergoglio

El Año Santo que acaba de ser proclamado ¿estará centrado sobre Jesucristo, como los precedentes, o sobre el Papa Bergoglio? Deberán decidirse, el Papa y la Iglesia, a esclarecer el equívoco porque todos los titulares de los diarios más importantes -todos ellos ateos pero entusiastamente bergoglianos- han sido unánimes. El Corriere della Sera: “El jubileo del Papa Francisco”. Repubblica: “El Año Santo de Francisco”. La Stampa: “Es el jubileo de Francisco”. Es un concepto absurdo, porque no se celebra con un jubileo a un Papa sino al Señor. El Papa debe ser “el Siervo de los siervos de Dios” y no se puede poner en lugar de Dios. Podrán decir que son los medios los que entiende mal. En parte es verdad, pero ninguno desmiente a estos diarios que, por otra parte –caso curioso-, son cabezas de potentes bancos, grandes financieras y multinacionales, y a todos les importa un bledo el así llamado “Papa de los pobres” que lanza truenos y relámpagos contra el capitalismo.
Además, a parte de los diarios ateos, también la corte pontificia, en sentido lato, contribuye en el mundo católico a la transformación del Papa en una deidad. Incluso el mismo Bergoglio, en una entrevista de los primeros meses, despreció la “franciscomanía” diciendo: “No me gustan las interpretaciones ideológicas, una cierta mitología del Papa Francisco… Sigmund Freud decía, si no me equivoco, que en toda idealización hay una agresión. Pintar al Papa como una especie de superman, una especie de estrella, me parece ofensivo”, Por tanto, Bergoglio, comprendió desde el comienzo que esta “divinización” fanática de su persona es para él un peligro. Pero, en vez de “descentrar” a la Iglesia con respecto a sí mismo y centrarla en Cristo, rápidamente ha mostrado una cierta condescendencia y mucha complacencia.
De hecho, su corte es un fábrica de triunfalismo adulatorio y los medios católicos, como los ateos, esparcen a mares una fanática “franciscomanía”. Y no sólo eso. En la Iglesia, tal “franciscomanía” es propuesta –incluso a obispos y cardenales- como el pensamiento único al cual hay que uniformarse si no se quiere correr el riesgo de ser maginado y ser puesto en el Índice.
Aquí nace el problema del Año Santo. Se espera que sea Bergoglio quien quiera hacer “el jubileo del Papa Francisco”. Él mismo, en los comienzos de su pontíficado, invitó a gritar “Viva Jesús” en vez de “Viva Francisco”. Pero lo hizo sólo una vez. Luego permitió que la “franciscomanía” continuase. Hoy no soporta diversidad de puntos de vista o de opiniones. Es pródigo en mitras y reconocimientos a quienes lo aplauden, castiga a los disidentes y permite que la corte imponga en la Iglesia una plumbea papolatría.
Los diarios se han equivocado también porque Bergoglio eligió anunciar el jubileo justamente en el día del segundo aniversario de su elección, cuando todos los diarios contenían páginas elogiosas para él. Además, salió a la misma hora una entrevista suya en que dice que su papado será breve (no hay muchas opciones: tiene 78 años), poniéndose de ese modo en el centro de atención de los medios. Ha sido, por tanto, natural para los diarios redactar esos títulos sobre el jubileo centrándolo en él.
Se dirá que esta no era la voluntad de Bergoglio. Eso espero. Pero preguntémonos: ¿por qué un Año Santo extraordinario en 2016? El jubileo –desde el primero de ellos en el 1300- siempre fue proclamado en las fechas que se relacionaban con los años del nacimiento o de la muerte de Jesucristo. Incluso los jubileos extraordinarios, que han sido poquísimo. El de 2016 es el primer jubileo en la historia de la Iglesia que no tendrá como centro el advenimiento histórico de Jesucristo en su vida terrena. Y, como era necesario encontrar alguna razón para convocarlo en 2016, Bergoglio ha decidido que sean los 50 años de la clausura del Vaticano II. ¿Pero qué aniversario? Nunca se hizo un jubileo por un Concilio. Y, por otra parte, el Vaticano II terminó en 1965, por lo que en 2016 no se celebra el 50º aniversario sino el 51º aniversario del 21º Concilio de la Iglesia. Es, por tanto, un pretexto, sobre todo ideológico y de pura autoreferencialidad, dado que se centra en un hecho eclesiástico más que en Cristo (se se debiesen considerar tales tipos de aniversario de la historia de la Iglesia, todos los años se podría proclamar un Año Santo).
El primer jubileo de la historia que no tiene como centro a Cristo tendrá, como protagonista mediático indiscutible, al Papa Bergoglio, el Papa que, además, no saluda a los fieles con el tradicional “Alabado sea Jesucristo”, sino con un “Buenos días” o “Buenas noches”, siendo elogiado por esto por los medios al considerarlo un “Papa amable”. Será, por tanto, un año de triunfalismo bergogliano. También el llamado a la “misericordia” querido por el Papa, va en esta dirección. Escribe el Corriere en la primera página: “Será dedicado a la misericordia”. Pero es totalmente pleonástico porque todos los jubileos, por su misma naturaleza, están dedicados a la misericordia. La catedral de Siena posee en su portal una lápida esculpida que reproduce las palabras con las que Bonifacio VIII proclamó el primer jubileo de la historia en 1300, y la palabra clave es, justamente, “Misericordia”.
Entonces, ¿por qué se ha querido afirmar que el jubileo de 2016 estará de modo particular centrado en la misericordia y se caracterizará por eso? ¿Se busca anunciar y dar –como en todos los otros jubileos- la Misericordia de Dios o, más bien se quiere celebrar la misericordia del Papa Bergoglio, que es considerada por los medios como más grande que la de Dios? La pregunta es de mucha actualidad ya que durante todo el 2014 Francisco ha intentado hacer, a través del cardenal Kasper, una revolución por el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar justamente en nombre de la “misericordia”.
El Papa argentino fue puesto sustancialmente en minoría tanto en el Consistorio de 2014 como en el Sínodo sucesivo, porque la Iglesia le ha recordado que la Misericordia no puede implicar la cancelación de la ley de Dios y de las palabras de Cristo sobre el sacramento del matrimonio. Sin embargo, en el nuevo sínodo de octubre próximo tendrá la revancha. Hay quienes piensan que la proclamación del jubileo “de la misericordia” puede ser una forma de presión para que el Sínodo apruebe las reformas bergoglianas.  Y quienes sostienen que, en cambio, sirva a Bergoglio para ubicar al Sínodo en una segundo plano ya que no podrá conseguir la revolución que se esperaba. Es decir, una maniobra distractiva para eludir la desilusión de los fanáticos y de los medios ateos.
Las hipótesis son de lo más diversas. Pero hoy el problema que se impone, y que el jubileo amplifica, es sobre todo este: ¿La Iglesia debe estar centrada en Jesucristo o sobre el actual pontífice? Juan Pablo II, en sus 33 años de pontificado, fue circundado de un gran afecto por parte de los fieles. Pero fue un fenómeno que ni siquiera lejanamente puede ser comparable a la actual “franciscomanía” planetaria, y sobre todo por parte de los ateos. Incluso ese calor del pueblo cristiano bastó al Papa Luciani para poner en guardia del riesgo de la papolatría: “Tengo la impresión-dijo- que la figura del Papa sea demasiado alabada. Hay algún riesgo en caer en el culto de la personalidad que yo no quiero en absoluto. El centro de todo es Cristo, es la Iglesia. La Iglesia no es del Papa, es de Cristo… El Papa es un humilde servidor de Cristo”.
Jesús mismo, en los Evangelios, pone en guardia a los apóstoles con respecto a los aplausos del mundo y elogió a quien desconfía de los halagos del mundo y busca sobre todo el consenso de Dios.
También a los papas de hoy, a los papas de la era mediática, se la impone la elección más dramática: entre el testimonio (heroico) de la Verdad o la búsqueda del consenso mundano. O Dios o Mamón. El cardenal Ratzinger, cuando murió el Papa Montini en 1978, dijo: “Pablo VI resistió la telecracia y la demoscopía, las dos potencias dictatoriales del presente. Pudo hacerlo porque no tomaba como parámetro el éxito y la aprobación, sino más bien la consciencia, que es la medida de la verdad, sobre la fe”. De este modo han actuado, aún contra la presión de los medios, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Hasta ahora, Francisco ha hecho lo opuesto.

(Traducción: Wanderer)


jueves, 26 de marzo de 2015

In memoriam: P. Thomas Hopko

Estimado Wanderer,
En estos días ha fallecido el P. Thomas Hopko (1939-2015), un cura Ortodoxo de los EE.UU. al que hemos seguido durante los últimos años con fervor, reverencia y gratitud.
Mientras se nos permite asistir virtualmente a los diversos oficios exequiales por su alma (https://www.youtube.com/watch?v=6yLS7fQMHos) no puedo dejar de pensar una y otra vez, cuánto más serios son los Ortodoxos que nosotros los católicos cuando de liturgia se trata.
Cuando se trata de cosas importantes.
Cuando se trata, por ejemplo, de la muerte. Pensar solamente que los rituales en este caso insumen no menos de tres días… como para que nadie se vea tentado de puerilizar la muerte, obligándonos a considerar la cosa una y otra vez, desde este punto de vista, desde aquel otro, y qué sucede luego y qué cosa terrible no será el Juicio y cuánto necesitamos de la misericordia de Dios...
Ayer nomás asistí a las exequias de un empresario católico, presididas por un cura joven de San Isidro y una runfla de jóvenes (y no tan jóvenes) cantores: conté no menos de seis guitarras: cantaron dos veces “Cristo de las redes” y otras cosas, considerablemente más acompasadas, con más ritmo, que finalmente terminó con el acompañamiento de las palmas…
Desde luego, en ningún momento hubo la menor referencia a los Novísimos, ni una recomendación siquiera por el alma del difunto: eso no habría encajado en la general catarsis sentimental y feminoide que todo lo dominaba.
¿Seriedad? Mirando esta clase de cosas, las cosas que nos tocan en suerte (y entre otras, el Papa jocosamente reinante), es lo que los católicos, en esta hora, más necesitamos.
Por eso nos encantó, entre decenas de razones, el P. Hopko, la seriedad con que había preparado sus charlas, la seriedad de su preparación “lato sensu” durante toda una vida (¿y si no, cómo podía hablar con tanta solvencia? ¿y si no, cómo metía esos chistes en medio de distinciones tan subidas?), cuando nos habló de las postrimerías, de la historia de la Iglesia, de los homosexuales, de la mística de los Capadocios, de la conveniencia de recurrir al médico cuando uno anda mal, de la debida compostura cuando se reza, de la trascendencia del vocablo “Amén”, del Salmo 118, “de omni re scibili et quibusdam aliis”.
Creo que nunca lamenté tanto que algunos amigos no pudieran escucharlo por falta de inglés (http://www.ancientfaith.com/podcasts/hopko): ¡cuántos no fueron los viajes en auto que nos hemos aprovechado escuchándolo! O, en la cama, cuando enfermos, imposibilitados de leer. O, incluso, algunas pocas veces, solos, en el living de casa, fumando un pucho, tomando un whisky y dejándonos llevar por sus ideas, sus percepciones, sus intuiciones, conocimiento de tantas lenguas y general erudición.
Para nosotros Hopko era de una originalidad absoluta, fue como una revelación… no sabíamos que los Ortodoxos contaban con tipos así (después descubrimos a unos cuantos más, John Behr, sin ir más lejos), capaces de semejantes inferencias a partir de datos litúrgicos aparte de un conocimiento íntimo, profundísimo, sapientísimo, de las Escrituras, de los Padres (y de algunos escritores occidentales contemporáneos también, no vayan a creer, empezando por el insigne C.S. Lewis, pero siguiendo con Kierkegaard y Tomás de Aquino, créase o no).
En sus charlas Hopko trasuntaba un humor, una humildad y una devoción por Nuestra Señor que sólo el que las escuche se puede dar una idea… nosotros quisimos darlos a conocer entre los amigos católicos y para eso, subtitulamos una de sus charlas
y tradujimos otra
En fin, ahí está él ahora, frente al Justo Juez.
Me imagino (Dios me perdone el atrevimiento) el siguiente diálogo:
 -¿Y, Dios mío? Teníamos razón nosotros los Ortodoxos ¿no?
-¿Razón?
-Claro, porque los Protestantes sacaron cosas esenciales y los Católicos le agregaron otras innecesarias—el filoque, sin ir más lejos...
-No, hijo, no. La Iglesia Católica Apostólica Romana es la única verdadera… la fundada por Mí, hombre, que no es tan difícil de ver…
-Pero son heterodoxos… los católicos son heterodoxos en tantas cosas…
-Puede ser, puede ser, y ciertamente que tú has sido más ortodoxo que la mayoría de ellos…
-Entonces, ¿tenía razón? ¿La Iglesia Ortodoxa es la verdadera?
-No, hijo, no. Te lo acabo de explicar. Pero como disponemos de toda la Eternidad, vamos despacio. Tú fuiste más ortodoxo que la mayoría de los católicos, pero eso no significa que…
Etcétera.
Un saludo,

Jack Tollers

miércoles, 25 de marzo de 2015

Los pasatiempos de Su Ilustrísima

Mons. Guillermo Karcher es un figurín que aparece a diario en los medios argentinos, sindicado siempre como "el jefe del protocolo vaticano", embuste que él nunca desmiente. El jefe del protocolo vaticano es el Prefecto de la Casa Pontíficia, es decir, Mons. Georg Ganswein. Mons Karcher no es más que un monaguillo con pretensiones que se recostó a la sombra de Bergoglio y oficia ahora de su portavoz extraoficial.
Aquí les dejo algunos de los pasatiempos en los que se entretiene el ilustrísimo monseñor Karcher, muy apropiado todos ellos para una Iglesia con olor a oveja.






lunes, 23 de marzo de 2015

Fabiola y Calixta

Fabiola y Calixta son las protagonistas de dos libros que fueron publicados contemporáneamente a mediados del siglo XIX. El primero escrito por el Cardenal Wiseman, y el segundo por el Cardenal Newman.
Ambas novelas se sitúan durante las persecuciones cristianas de los primeros siglos y, según dicen los críticos, quisieron ser un modo de alentar a los católicos ingleses que, en esos momentos eran apenas una minoría y estaban en una situación jurídica de semiilegalidad.
Aconsejo la lectura de ambos libros. La situación que vivimos hoy es similar a la que vivían los católicos ingleses hace doscientos años y, creo, es también similar en muchos aspectos a la que vivían los primeros cristianos.
Y hay aquí una diferencia importante entre ambas novelas. Mientras Fabiola se desarrolla en un ambiente de cristianos perseguidos pero fuertes en la fe y ejemplares en su vida, Calixta es todo lo contrario. El ambiente cristiano de Sicca –norte de África- donde se desarrolla es muy similar al mundo actual: muchos lapsi, es decir, bautizados que habían sacrificado a los ídolos; cristianos tibios; la jerarquía eclesiástica entregada a hacer negocios más que a pastorear a sus ovejas; clero inexistente o mundano, etc. Es decir, una fotografía en sepia de la Iglesia actual.

Desde aquí puede bajar Fabiola en varios formatos. En cuanto a Calixta, hay ediciones recientes y, en formato electrónico, sólo he conseguido la versión inglesa. Desde aquí pueden bajarla en formato mobi.

sábado, 21 de marzo de 2015

Ida


Hoy, luego de la hora de Nona, termina la Cuaresma y comienza el tiempo de Pasión. Las imágenes de los templos se cubren con velos morados y la Iglesia comienza a transitar dos semanas de penumbras.
En Argentina, comienza también un feriado hiperlargo destinado a recordar la memoria de los Desaparecidos…
Yo les propongo ocuparnos en otra memoria, mucho más trascendente y salutífera, a través de una película.
Cualquier cristiano sensato no cree en los premios Nobel, no cree en los premios Oscar y tampoco cree en los best-sellers. Pero, a veces, suceden milagros; los dragones vigilantes se distraen, y se cuela, con ayuda de los ángeles, algo bueno, o buenísimo. Sucedió hace poco con la novela de Natalia Sanmartín, “El despertar de la señorita Prim” – en Argentina ahora puede conseguirse una edición floja de papeles-, y acaba de suceder con con la película polaca “Ida”, ganadora del Oscar a la mejor película extranjera.
Su director, Pawlikowski –católico de familia tradicionalista-, dijo al recibir la estatuilla en Los Ángeles: “Hicimos una película sobre el silencio y el retirarse del mundo y la contemplación, y aquí estamos, en el epicentro del ruido y la atención mediática. Fantástico, ¿verdad? La vida está llena de sorpresas”.
Desde el punto de vista estético, cada toma es en sí misma una obra de arte. Y, en cuanto al contenido, es un gran elogio a uno de los temas más caros de la espiritualidad cristiana: la fuga saeculi. El guión bien podría haber sido escrito por San Gregorio de Nacianzo o por Santa Thais de Alejandría.
Pueden verla online desde aquí o bajarla desde aquí. Otra opción, es bajarla a través de algún indexador de torrens.