miércoles, 25 de enero de 2012

Dinosaurios por Florida



El único pasaje memorable de Solaris, la última novela del escritor estrella Ian McEwan, relata la situación que vive el protagonista, un renombrado científico llamado Beard que, en una reunión pública, afirma con ingenuidad que la ciencia pueda conocer ciertas verdades objetivas y que las mujeres actúan y piensan distinto de los varones. Las declaraciones levantan un enorme revuelo, aventado por los medios de comunicación, resultado de lo cual Beard se convierte en un enemigo público al que se lo acusa de actuar con un “cruel objetivismo con el que pretende fomentar la dominación social de la élite masculina blanca” y, a su paso, se escuchan abucheos y recibe tomatazos de señoras indignadas.
McIwan, sin tomar partido, describe una situación posible que resulta de la pérdida no solamente del sentido común sino aun de la evidencia sensorial que caracteriza a la sociedad contemporánea. Y lo más grave, como decíamos en el post anterior, es que la absoluta mayoría de los occidentales piensa de ese modo, como consecuencia de lo cual, quienes no pensamos así, somos tan raros como dinosaurios. O como rinocerontes, según lo grafica Ionesco en su magistral obra.
Lo debido en este punto sería concluir de esta manera: “¿Y qué se hace con los dinosaurios? Se los caza”. Y nos colocaríamos entonces en nuestra cómoda posición de neomártires que aguardan a sus verdugos sentados detrás de una pantalla de computadora. Sin embargo, Lewis propone una actitud más divertida y, en todo caso, más fructífera. Cuando en 1954 toma posición de su nueva cátedra en Cambridge, dice lo siguiente a sus alumnos:
“Ustedes no querrán recibir clases sobre el Hombre de Neanderthal por un hombre de Neanderthal, y mucho menos sobre los dinosaurios por un dinosaurio. Pero, ¿realmente es así? Si un dinosaurio arrastrara su enorme corpulencia dentro del aula, ¿acaso no miraríamos hacia atrás mientras escapamos? ¡Qué oportunidad para conocer finalmente cómo se movía, cómo era su aspecto, cómo olía y que ruidos hacía! Y si el hombre de Neanderthal pudiera hablar, y aunque sus técnicas de enseñanza dejaran mucho que desear, casi seguramente aprenderíamos de él algunas cosas sobre él mismo que el mejor de los antropólogos contemporáneos nunca podría decirnos. Él nos diría muchas cosas sin saber que nos las está diciendo.
Entonces, hablando no solamente por mí sino por todos los otros Viejos Occidentales que ustedes podrán encontrar, les digo: Usen a estos especímenes mientras puedan. No habrán muchos más dinosaurios”.
La primera conclusión que saco a partir del texto de Lewis es la siguiente: sigamos comportándonos como dinosaurios porque, de ese modo, seremos no solamente la diversión o el escarnio de los contemporáneos, sino que también podremos atraer al rebaño a otros pequeños dinosauritos. Yo, por ejemplo, no fui educado en un ambiente particularmente jurásico aunque escondía, no sé bien por qué, un corazón saurópsido que se despertó a partir de las enseñanzas de un profesor dinosáurico. Nadie sabe el efecto que pueden tener nuestras palabras y nuestros gestos y lo que el Espíritu, que sopla donde quiere, puede hacer con ellos.
Pero enseguida me asalta una duda. ¿Qué es ser dinosaurio? No vaya a ser que nos estemos imponiendo como protagonistas sin méritos en una historia que nos deja bien parados. Lewis casi da una definición de dinosaurio: “Old Western man” que me animaría a traducir como “hombre del antiguo orden”, porque el adjetivo occidental ha perdido ya casi todo su significado original.
Pero claro, seguimos pateando la pelota hacia delante, porque de qué manera es posible ser ese tipo de hombre en la actualidad, toda vez que el antiguo orden desapareció, junto con el katejon, con el Vaticano II. Y hago aquí un excursus: dos amigos han desarrollado una teoría que me parece de lo más convincente. El katejon es, como lo dicen casi de modo unánime todos los intérpretes, el Imperio Romano, que fue desapareciendo de a poco del mundo occidental. Cada siglo que pasaba se fue llevando un trozo de él, y el último pequeño pero valiosísimo retazo era la misa latina tradicional, que reproducía en un rito lo que había sido el occidente cristiano. Y fue el Concilio del papa Juan, que continuó el papa Pablo y que terminó de instalar el papa Juan Pablo, el que destruyó el último vestigio del orden tradicional y, con él, retiró definitivamente el katejon.
Alguien nacido en 1850 habrá vivido, sin duda, el antiguo orden. Los nacidos a comienzos del siglo XX también, aunque se apreciaban ya signos importantes de resquebrajamiento. A quien vio la luz en la entreguerra le quedaban algunos bloques con los que podía reconstruirlo a partir de su memoria y la de sus padres. Pero a los que nacimos en el último recodo del segundo milenio no nos queda ni siquiera la memoria. Solo los relatos que leemos y a partir de los cuales podemos armar algo que intenta parecerse, casi como un mimo, al orden tradicional.
Ocupamos los últimos puestos de una retaguardia que defiende un ejército que hace mucho desapareció. Y lo peor de todo es que estamos convencidos de que vale la pena.

lunes, 23 de enero de 2012

Cruzada anti-húngara

Como habíamos adelantado hace algún tiempo, no había dudas de que la Unión Europa tomaría represalias contra Hungría por haber votado una constitución tan políticamente incorrecta. Y La Nación parece haberse tomado a pecho la cruzada de los liberales europeos y ha publicado dos extensas columnas sobre el tema en los últimos dos días. Una de Emilio Cárdenas y otra de Luisa Corradini.
Me interesa hacer algún comentario sobre esta última. La autora no es ninguna tonta. Ha entrevistado a personalidades importantes del mundo entero y sabe de lo que habla. Sin embargo, la impresión que me produjo su artículo es de que se trata de una mujer lobotomizada. Es decir, le han destruido su lóbulo frontal y se lo han reemplazado por otro que el mundo contemporáneo está fabricando en serie. 
Lo que más asusta no es es tanto su feroz oposición al gobierno húngaro sino su asombro por las medidas que ha tomado Viktor Orban; y la inmensa mayoría de la "civilización occidental" cuando piensa, piensa como la Corradini.
Concretamente, a nadie le entra en la cabeza que un gobierno occidental pueda, en la actualidad, proclamarse cristiano y reivindicar sus raíces cristianas y venerar pública y oficialmente a San Esteban, su rey y fundador, o pretenda arrancar el dominio absoluto de su política monetaria al poder financiero mundial.
Es por eso que la periodista utiliza en varias partes de su artículo el vocablo consternación. Sí, están consternados. No pueden creerlo.
Nosotros, en cambio, no nos consternamos. Nos parece la cosa más natural del mundo. Tan natural como dinosaurios caminando por Florida.
(Y esto me hace acordar un texto de Lewis, que da para otro post).

La detención del Gordo Dotcom nos eliminó el Arcón. Cosas del Negro Obama, justo cuando hacía días que había renovado mi cuenta premium.
Habrá que ver cómo se resuelve la cosa o buscarse otro servidor. Paciencia.

sábado, 7 de enero de 2012

Religión o democracia

Muchos de nosotros lo decíamos en voz baja. Vislumbrábamos en lontananza que, en algún momento, el ataque final (?) del hijo de las tinieblas se iba a presentar como una disyuntiva planteada por el mundo moderno: o se es democrático o se es católico. A muchos les parecía una exageración de mentes que buscan continuamente confabulaciones judeomasónicas, y a otros nos parecía si no exagerado, al menos apresurado en el tiempo: faltaba mucho para que eso sucediera.
Pues no. Ya ha sido anunciado. Nos lo dice hoy Página 12 en su contratapa, con la pluma del inefable Osvaldo Bayer. Un "sabio" judío -no podía ser de otro modo-, acaba de proclamar en Israel: "Se puede ser o democrático o religioso". La disyuntiva ya está propuesta. Hay contradicción entre ambos términos y cada persona tendrá que optar, y aceptar las consecuencias. 
Bayer lo dice casi textualmente: si se opta por ser religioso, es decir, no democrático, deberá ser marginado y castigado. El mundo moderno no puede admitir ya más en su seno a las personas religiosas, porque son ellos, - principalmente los católicos-, los culpables de todos los males que han asolado a la humanidad en los últimos dos milenios. Y expone los lugares comunes con el desparpajo, incluso, de reivindicar a las brujas medievales! Es decir, para el escritor judeo-argentino afincado en Alemania, está muy bien ser bruja y preparar gualichos y maleficios, pero eso de ir a misa o rezarle el rosario a la Virgen Santísima, eso no puede ser permitido.
Y los que intenten levantar la cabeza, serán aplastados. Presumo que seremos espectadores en pocos días más   del aplastamiento que sufrirá el gobierno húngaro por intentar levantar la cabeza un poquito.
Be ready!

jueves, 5 de enero de 2012

Estamos rodeados


Hace algunas semanas fui invitado a una comida de la que participaban muchos amigos y algunos desconocidos. Por la providencial magia de las presentaciones quedé ubicado junto a un matrimonio que resultó ser de lo más agradable. En un momento del diálogo, él, un verdadero gentleman de los que ya casi no existen, soltó una expresión que me impresionó no tanto por su contenido –que ya había escuchado y repetido muchas veces-, sino por la carga de tristeza y resignación que pesaban en las palabras: “Estamos rodeados de vulgaridad”, dijo, y el ritmo de la conversación ocultó la frase que pasó casi desapercibida para el resto de los asistentes.
Sin embargo, me quedó dando vueltas y volvió con fuerzas cuando hace pocos días, paseando junto al control remoto por las múltiples posibilidades de la televisión, escuché a un personaje –no sé si cómico, conductor o híbrido- que opinaba acerca de la expresión “Buen gusto”. Para él, nadie podía erigirse en árbitro de lo que es buen gusto y de lo que es vulgar. Fue como un desafío. Debía pensar alguna respuesta que fuera más allá de lo anecdótico y, releyendo algo de Schiller y algo de Stuart Mill, aquí está lo que salió:
¿Qué es lo vulgar? Es todo lo que no habla al espíritu y que no despierta otro interés que el de la sensibilidad. Es decir, es aquello que se dirige a satisfacer exclusivamente la zona animal de nuestra humanidad. Es por eso que Platón decía, por ejemplo, que la música que se orienta solamente a provocar el movimiento de los cuerpos, es música de esclavos. Y lo mismos podríamos decir de cualquiera de las otras expresiones de la cultura.
Son necesarias, sin embargo, dos precisiones. No es el caso de despreciar la “animalidad” humana; la cuestión es no otorgarle exclusividad. Si seguimos con el mismo ejemplo platónico, una pieza musical de Bach o Brahms provocará el gozo del espíritu pero también el del cuerpo. En efecto, todos tenemos experiencia del gozo sensible que provoca una buena melodía.
En segundo lugar, hay que observar que la vulgaridad reside más bien en las personas que en las cosas. Y así, una persona vulgar profanará la materia más noble por medio de un procedimiento vulgar; pero una gran personalidad y un espíritu noble, sin embargo, sabrá ennoblecer también lo vulgar al relacionarlo con una idea y descubrir en él, cuando es posible, un aspecto grande.
Aquí aparece una inevitable analogía con el hombre prudente aristotélico, que se constituye en la medida y paradigma de la virtud. Para ser virtuoso, hay que mirar al hombre prudente. “A los buenos les parece bueno el bien y a los malos cualquier cosa”, decía el Estagirita. Es decir, para saber lo que es bueno, debemos mirar al que es bueno. Análogamente, para saber lo que es la nobleza –como antónimo de vulgaridad-, debemos mirar al noble. Claro que la cuestión ahora sería definir quién es el noble (hace muchos años leí algo al respecto del cardenal Rafael Merry del Val. Lamentablemente, nunca más pude encontrar ese texto), pero no es el objeto de esta reflexión. Arriesgo solamente una idea: la nobleza es la expresión de la grandeza del alma en acciones y ademanes.
Pero vayámonos al otro extremo. ¿Quién es el vulgar? Porque aquí la cuestión no es sencilla. No se podría decir con propiedad que una persona que vive en una villa, lugar donde nació y se crió, escucha cumbia, toma vino en tetrabrick y se viste de musculosa, sea vulgar. Esa es, en definitiva, la expresión de su cultura. O, quizás, podría decirse que esa persona es vulgar pero no debería ser condenada por ello. En todo caso, debería ser función de la sociedad educarlo de modo tal que, con el paso del tiempo, elevara sus gustos y fuera capaz de gustar de cosas más refinadas y superiores.
En cambio, si esas expresiones de vulgaridad las vemos en personas a las que, por su origen, cultura o posición, tenemos el derecho de exigirles costumbres refinadas, entonces sí aparece la indignación y luego, la tristeza y la resignación. Cuando vemos fotografías o videos de la gala en el Colón con que se festejaba una fiesta patria o el inicio en la función de los presidentes argentinos, y ahora la vemos a “ella” abrazada con rockeros y cumbieros en la Plaza de Mayo y rodeada de la chusma (no me refiero a la que está abajo del escenario, sino a la que está arriba); o cuando escuchamos al vicepresidente de la Nación en la sesión inaugural de la Asamblea Legislativa hacer bromas por micrófono acerca de que el presidente de la cámara de diputados tiene hambre, provoca en cualquier bien nacido indignación y tristeza y, finalmente, resignación.
Como decía mi amigo, “estamos rodeados de vulgaridad”.

miércoles, 4 de enero de 2012

Isten mentés Magyarország

DIOS SALVE HUNGRÍA!


Parece mentira. Es más, pareciera que ni siquiera la tempestad del Vaticano II se abatió sobe Hungría.
En esta nación, la Panonia romana, ha entrado en vigencia junto al nuevo año su Constitución votada hace algunos meses.
Veamos algunos párrafos:
Dios bendiga a los húngaros.
Estamos orgullosos de que nuestro rey San Esteban haya construido el estado húngaro sobre las sólidas bases y haya hecho a nuestro país parte de la Europa cristiana hace mil años.
...
Reconocemos el rol del cristianismo en la preservación de la nacionalidad. Valoramos las varias tradiciones religiosas de nuestro país.
...
No reconocemos la suspensión de nuestra Constitución histórica debido a ocupaciones extranjeras. Negamos cualquier estatuto que limite los crímenes inhumanos cometidos contra la nación húngara y sus ciudadanos bajo las dictaduras del nacional-socialismo y del comunismo.
No reconocemos la Constitución comunista de 1949 dado que ella fue la base para leyes tiránicas. Por lo tanto, la proclamamos inválida.
...
Artículo L
1. Hungría protegerá la institución del matrimonio como la unión de un hombre y una mujer establecida por decisión voluntaria, y la familia como la base de la superviviencia de la nación.
2. Hungría promoverá la voluntad de tener hijos.
...
La dignidad humana será inviolable. Cada ser humano tendrá el derecho a la vida y a la dignidad humana. La vida del embrión y del feto estará sujeta a la protección desde el momento de su concepción.

Algunas preguntas:
¿Qué dirá el Parlamento Europeo?
¿Qué dirían, si lo leyeran, la recua de progresistas que hoy tenemos en el gobierno?
Los húngaros nos hacen ver la profundidad del pozo en el que hemos caído.

lunes, 2 de enero de 2012

Engualichados

1) 20 de diciembre: Muere el subsecretario de Comercio Exterior, Ivan Heyn, como consecuencia de prácticas autoeróticas.
2) 27 de diciembre: Encuentra ahorcado al cónsul argentino en Yacuiba, Antonio Escobal.
3) 28 de diciembre: La Casa Rosada anuncia que la presidente Cristina Kirchner padece de cáncer de tiroides.
4) 1 de enero: En las primeras horas del día, muere el gobernador kircherista de Río Negro, Carlos Soria, aparentemente asesinado por su esposa.
5) 1 de enero: Desaparece misteriosamente el intendente kirchnerista de Catriel, Río Negro.

Parece que un espíritu de vértigo y de muerte, un espíritu impuro, recorre la dirigencia política argentina. Algo preternatural y maligno, de cuyas operaciones sólo sale un mayor envilecimiento y una mayor concentracion de poder en vistas a una radicalización incesante. Red flag, porque estos climas, estos procesos, suelen desembocar en aventuras bélicas, por una lógica interna y necesaria.

Ludovicus