miércoles, 30 de diciembre de 2009

Curioso


Acabo de leer la bellísima homilía que el papa Benedicto XVI pronunció durante la misa de Gallo. Recomendable. Puede bajarla desde aquí.
Lo curioso es que no hay citas del Magno, ni de Pablo VI ni del Vaticano II, como nos tenían acostumbrados, y hartados, el interminable pontificado eslavo.
Además de la Escritura, al único que cita, y lo hace en cuatro ocasiones, es a Orígenes, el controvertido padre alejandrino del siglo III.
No faltará algún capitoste del nacionalcatolicismo argentino que pontificará con voz de trueno: "El papa no tiene doctrina segura".

martes, 29 de diciembre de 2009

Inmunodeficiencia litúrgica


El comentarista Desauciado pide consejo. Ya el Carlista adelantó algunos, que no comparto (no debo ir al novus ordo si "si la considera bastarda, protestantizante, una mera cena en recuerdo de la Ultima Cena, no sacrifical, con problemas doctrinales y/o litúrgicos, inválida, etc.". Si pienso así, antes que dejar de ir a misa, debo estudiar un poco de teología y de historia de la liturgia). Aquí le paso otros, por si le sirven.

Yo no entiendo mucho de liturgia. Entiendo más bien poco, adquirido casi a los ponchazos y por necesidad. Por lo tanto, tome mis consejos como de quien vienen, y no más que eso.

Qué hacer, me pregunta Ud., ahora que la vecindad bellavistense se quedará sin misa según el uso antiguo hasta febrero. Lo primero que debo decirlo es que eso queda en su conciencia, y no me parece que haya que establecer normas de conductas universales. En principio, creo que hay que asistir a misa igualmente, y Ud. verá cuáles son las opciones que se le ofrecen. Puede ir a una misa novus ordo que se celebre con cierta dignidad, o puede ir a alguna liturgia oriental, que en capital hay varias, y de ese modo cumpliría con el precepto y podría comulgar.

Si planteamos la pregunta de otro modo, podríamos cuestionarnos cuándo no hay que ir a misa. Como sabrá, son muchos, principalmente los lefes, que afirman que, en caso de no tener misa tradicional, no hay que ir a misa los domingos, porque el novus ordo es siempre peligroso, sacrílego, y algunas cosas más. No estoy de acuerdo. Ciertamente, en muchas veces ese es el caso; pero muchísimas otras veces no lo es. Creo que uno está liberado de asistir a misa cuando ese acto le hace, positivamente, algún daño. Sin embargo, no me parece que haya que tener la piel de tal modo sensibilizada que cualquier misa novus ordo le haga daño, a menos que posea una enfermedad de inmunodeficiencia litúrgica.

Pensándolo bien, creo que aquí radica uno de los problemas de algunos lefes y de muchos otros: no distinguen. Algo así como sucede en algunos tipos de enfermedades de inmunodeficiencia, cuando el sistema inmunitario responde excesivamente y rechaza no sólo a los antígenos verdaderos sino también a otras sustancias que no lo son.

Pongámoslo en otros términos. ¿La liturgia es importante? Sí, es importante. ¿Es muy importante? Sí, es muy importante. ¿Es lo más importante? No. Lo más importante es Dios.

Nuestro fin en la tierra, como decía el catecismo, es “conocer, amar y servir a Dios”. No es ir a la misa tradicional, aunque ir a la misa tradicional es un elemento muy importante para conocer, amar y servir a Dios. El peligro está en hacer consistir la fe en la liturgia tradicional. La fe no sería otra cosa, entonces, que el cumplimiento exterior de un rito, muy bello, santo y tradicional ciertamente, pero nada más que eso. Y eso tiene un nombre: fariseísmo. Recordemos que los fariseos eran los tradicionalistas de la época de Jesús, y es a quienes Él más ataca. La fe es otra cosa. La fe es vida, y no práctica ritual.

El problema está, me parece, en la cuestión del tradicionalismo, que es algo bastante peligroso, al menos en la versión afrancesada que profesan algunos de nuestros connacionales. La tradición, como pomposamente la llaman muchos, termina siendo una remedo del verdadero cristianismo. Estoy pensando el tema, y espero poder escribir un post al respecto dentro de poco.

Le propongo, para finalizar, dos argumentos muy sencillos para responder, al menos parcialmente, a su pregunta. El primero me lo dio un amigo cura, hace ya más de diez años, una tarde de verano en una casa solariega, bajo un gigantesco roble:

- Mirá, la liturgia es para dar culto a Dios. Si Él no se preocupa de tener una liturgia digna, no nos hagamos tanta mala sangre nosotros.

El segundo, mucho más piadoso que el anterior, nos lleva a poner los ojos en la eternidad, que cada día está más cerca de nosotros: allí tendremos la oportunidad de participar, para siempre, de una liturgia sin fin, celebrada por los ángeles. Es cuestión, solamente, de esperar un poquito.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Kalendas de Navidad


La Kalenda, también llamado Pregón de Navidad, es un antiguo texto con el cual se anunciaba con pompa inusitada, en los coros de las catedrales y monasterios durante el oficio de Prima del 24 de Diciembre, la proximidad de la Natividad del Señor.


Die 25 Decembris. Octavo Kalendas Januarii.

Anno a creatione mundi, quando in principio Deus creavit caelum et terram, quinquies millesimo centesimo nonagesimo nono; a diluvio autem, anno bis millesimo nongentesimo quinquagesimo septimo; a nativitate Abrahae, anno bis millesimo quintodecimo; a Moyse et egressu populi Israel de Ægypto, anno millesimo quingentesimo decimo; ab unctione David in Regem, anno millesimo trigesimo secundo; Hebdomada sexagesima quinta, juxta Danielis prophetiam; Olympiade centesima nonagesima quarta; ab urbe Roma condita, anno septingentesimo quinquagesimo secundo; anno Imperii Octaviani Augusti quadragesimo secundo, toto Orbe in pace composito, sexta mundi aetate, Iesus Christus, aeternus Deus aeternique Patris Filius, mundum volens adventu suo piissimo consecrare, de Spiritu Sancto conceptus, novemque post conceptionem decursis mensibus (Hic vox elevatur, et omnes genua flectunt), "in Bethlehem Iudae nascitur ex Maria Virgine factus Homo". Nativitas Domini nostri Iesu Christi secundum carnem.


Día 25 de Diciembre. Octavo de las Kalendas de Enero
"En el año 5199 de la Creación del mundo, cuando al principio creó Dios el cielo y la tierra; en el 2957 del diluvio; en el 2015 del nacimiento de Abrahán; en el 1510 de Moisés y de la salida del pueblo de Israel de Egipto; en el 1031 de la unción del rey David; en la semana 65 de la profecía de Daniel; en la Olimpíada 194; en el año 752 de la fundación de Roma; en el 42 del imperio de Octavio Augusto; estando todo el orbe en paz; en la sexta edad del mundo: Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno Padre, queriendo consagrar al mundo con su misericordiosísimo Advenimiento, concebido por el Espíritu Santo, y pasados nueve meses después de su concepción, (Se arrodillan todos los circunstantes, y prosigue el cantor en tono más agudo): "nació hecho Hombre, de la Virgen María, en Belén de Judá". Navidad de nuestro Señor Jesucristo según la carne.

FELIZ NAVIDAD

sábado, 19 de diciembre de 2009

Tres ideas sueltas


Tres ideas sueltas para este sábado, vísperas del cuarto domingo de adviento, y cuando la liturgia comienza a mostrar ya su ansiedad por la inminente llegada del Señor.

1. "Esto es velar: estar desapegados del presente y vivir en lo que es invisible". Card. Newman

2. "Paratus esto in occursum Domini, quoniam venit". "Estad preparados para el encuentro con el Señor, porque viene". (Ant. del 5º salmo de Laudes de hoy)

3. "Deus qui conspicis quia ex nostra pravitate affligimur, concede propitius, ut ex tua visitatione consulemur". "Oh Dios que ves el modo en que estamos afligidos por nuestra pequeñez, concédenos ser consolados por tu visita". (Oración de Laudes de hoy).

DOMINUS PROPE EST!

lunes, 14 de diciembre de 2009

Misa solemne ad usum anglicanorum

En este video puede verse la misa solemne celebrada ayer en Texas según el Book of Divine Worship, aprobado por la Santa Sede.


viernes, 11 de diciembre de 2009

Clarísimo Ratzinger


Un amigo e impecable anglófilo, ha traducido el prólogo que el entonces cardenal Ratzinger escribiera el excelente libro de Alcuin Reid The Organic Development of the Liturgy: The Principles of Liturgical Reform and Their Relation to the Twenthieth-Century Liturgical Movement Prior to the Second Vatican Council.

En estos tiempo de descalabro y de orfandad, viene bien leerlo. Y lo más consolador es que, quien lo escribió, es ahora Papa.

En las últimas décadas, la cuestión acerca del modo correcto de celebrar la Liturgia se ha convertido progresivamente en uno de los puntos en torno de los cuales se ha centrado mucho de la controversia concerniente al Vaticano II, el modo en que debe ser evaluado y su recepción en la vida de la Iglesia. Están los implacables partidarios de la reforma, para los cuales el hecho de que, bajo ciertas circunstancias, se haya nuevamente permitido la celebración de la Eucaristía de acuerdo con la más reciente versión del misal antes del Concilio – aquella de 1962, representa un intolerable retroceso. Por supuesto que al mismo tiempo la Liturgia es vista como “semper reformanda” de tal modo que a la postre, cualquier “congregación” involucrada es la que hace “su” Liturgia, en la cual se expresa a sí misma. Un “Compendio Litúrgico” Protestante (editado por C. Grethlein [Ruddat , 2003]) presenta al culto como un “proyecto para la reforma” (pags 13-41) y por consiguiente expresa lo que muchos liturgistas Católicos piensan acerca del tema. Por otro lado, están los ácidos críticos de la reforma litúrgica, críticos no sólo de su aplicación en la práctica, sino también de su fundamento en el Concilio. Ellos sólo ven la salvación en el total rechazo de la reforma. Entre estos dos grupos, los reformistas radicales y sus opositores radicales, frecuentemente no son escuchadas las voces de aquellos que contemplan la Liturgia como algo viviente y que, en consecuencia, crece y se renueva a sí misma tanto en su recepción como en su forma final. Estos últimos, sin embargo, sobre la base del mismo argumento, insisten en que el crecimiento no es posible a menos que la identidad de la Liturgia sea preservada, e incluso enfatizan que el desarrollo apropiado sólo es posible si se presta la debida atención a la lógica estructural interna de este “organismo”: así como un jardinero cuida de una planta a medida que ésta se desarrolla, teniendo muy en cuenta el poder de crecimiento vital intrínseco de la planta y sus leyes propias, del mismo modo la Iglesia debe cuidar de modo reverente la Liturgia a lo largo de los siglos, distinguiendo las acciones que son benéficas y curativas de aquellas que son violentas y destructivas.

Si así es como las cosas son, entonces debemos tratar de determinar cuál es la estructura interna de un rito, y las leyes que gobiernan su vida, en orden a encontrar el modo correcto de preservar su fuerza vital en tiempos de cambio, para fortalecerlo y renovarlo. El libro de Dom Alcuin Reid se ubica en esta perspectiva. Recorriendo la historia del Rito Romano (Misa y Breviario), desde sus comienzos hasta las vísperas del Concilio Vaticano II, busca establecer los principios del desarrollo litúrgico y en consecuencia extraer de la historia –de su altos y bajos, las normas sobre las que toda reforma debe basarse. El libro se divide en tres partes. La primera, muy breve, investiga la historia de la reforma del Rito Romano desde sus comienzos hasta finales del siglo XIX. La segunda parte está dedicada al Movimiento Litúrgico hasta el año 1948. La tercera parte, por mucho la más extensa, está dedicada a la reforma litúrgica desde Pío XII hasta las vísperas del Vaticano II. Esta parte es sumamente útil pues la mayor parte no guarda recuerdo de esa particular fase de la reforma litúrgica, y es precisamente en ese período – como por supuesto en la historia del Movimiento Litúrgico, donde vemos reflejadas todas las cuestiones concernientes al recto modo de realizar una reforma, de tal modo que podemos de todo esto extraer criterios en los cuáles basar nuestros juicios. El autor ha tomado la sabia decisión de detenerse en los umbrales del Vaticano II. En consecuencia evita entrar en la controversia asociada a la interpretación y recepción del Concilio. No obstante ello, exhibe su puesto en la historia y nos muestra la interacción de las diversas tendencias en las que las normas de una reforma deben basarse.

Al final del libro el autor enumera algunos principios para una recta reforma: debe mantener un adecuado equilibrio entre la apertura al desarrollo y la continuidad con la Tradición; debe ser consciente de la existencia de una tradición litúrgica objetiva y en consecuencia tener cuidado en asegurar una continuidad substancial. En consecuencia el autor concuerda con el Catecismo de la Iglesia Católica que enfatiza que “aún la autoridad suprema de la Iglesia no puede cambiar la Liturgia arbitrariamente, mas solo en la obediencia de la fe y con religioso respeto por el misterio de la Liturgia” (CIC 1125). Entre los criterios subsidiarios podemos mencionar la legitimidad de las tradiciones locales y la preocupación por la eficacia pastoral.

Desde mi punto de vista personal desearía dar un particular énfasis a algunos de los criterios para la renovación litúrgica recién mencionados. Comenzaré con los dos últimos. Me parece de la mayor importancia que el Catecismo, al mencionar la limitación de los poderes de la autoridad suprema de la Iglesia con relación a la reforma trae a la memoria lo que es la esencia del Primado tal como fue delineado por los Concilios Vaticanos Primero y Segundo: el Papa no es un monarca absoluto cuya voluntad es ley; antes bien, él es el guardián de la auténtica Tradición y por lo tanto el primer garante de la obediencia. No puede hacer lo que le plazca, lo que en consecuencia lo habilita para oponerse a aquellos que, por su parte, quieren hacer todo lo que le pasa por la cabeza. Su regla no es la del poder arbitrario sino la de la obediencia en la fe. Esa es la razón por la que en lo que respecta a la Liturgia, su labor es la de un jardinero, no la de un técnico que construye nuevas máquinas y arroja las viejas a la basura. El “rito”, o sea aquella forma de celebración y de plegaria que ha madurado en la fe y en la vida de la Iglesia, es una forma condensada de la Tradición viviente en la cual la esfera que utiliza dicho rito expresa la totalidad de su fe y su oración, y en la cual se puede experimentar la comunión de las generaciones una con otra, vinculación con aquellos que nos precedieron y con los que nos sucederán. En consecuencia el rito es un beneficio dado a la Iglesia, una forma viviente de paradosis, la entrega de la Tradición.

Es importante en esta relación interpretar correctamente la “continuidad substancial”. El autor nos advierte expresamente acerca del camino erróneo por el que nos podría derivar una teología sacramental Neoescolástica desconectada de la forma viviente de la Liturgia. Sobre esta base alguien podría reducir la “substancia” a la materia y la forma del sacramento y decir: el pan y el vino son la materia del sacramento, las palabras de la institución son su forma. Sólo estas dos cosas son realmente necesarias; todo lo demás es cambiable. En este punto tanto modernistas como tradicionalistas están de acuerdo: mientras los dones materiales estén presentes, y se pronuncien las palabras de la institución, todo lo demás es libremente descartable. Lamentablemente muchos sacerdotes hoy en día actúan de acuerdo con esta máxima, y las teorías de muchos liturgistas están desgraciadamente moviéndose en la misma dirección. Quieren superar los límites del rito, como si fuese algo fijo e inmóvil, y construir los productos de su fantasía, supuestamente “pastorales” en torno a este remanente, a este núcleo que ha sido preservado, y que en consecuencia o es relegado al reino de la magia o pierde cualquier tipo de significado. El Movimiento Litúrgico había de hecho tratado de superar este reduccionismo, producto de una teología sacramental abstracta, y de enseñarnos a comprender la Liturgia como una malla viviente de Tradición que ha tomado una forma concreta y que no puede ser descompuesta en pequeños pedazos sino que debe ser vista y experimentada como un todo viviente. Cualquiera que, como yo, hubiese sido movido por esta concepción al tiempo del Movimiento Litúrgico en las vísperas del Concilio Vaticano II, sólo puede detenerse profundamente afligido ante las ruinas de todo aquello que más nos importaba.

Quisiera comentar brevemente otras dos percepciones presentes en el libro del Dom Alcuin Reid. El entusiasmo arqueológico y el pragmatismo pastoral –que en cualquier caso no es otra cosa que una forma pastoral de racionalismo, son ambos erróneos. Podrían ser descritos como gemelos perversos. La primera generación de liturgistas estuvo compuesta en su mayor parte de historiadores. En consecuencia estaban inclinados al entusiasmo arqueológico: procuraban desenterrar las formas más antiguas en su pureza original; estimaban que los libros litúrgicos en uso, junto con los ritos que ofrecían, eran la expresión de la desenfrenada proliferación a través de la historia de desarrollos secundarios, producto de las equivocaciones y de la ignorancia del pasado. Trataban de reconstruir la más antigua Liturgia Romana y de purificarla de todos los añadidos posteriores. Mucho de esto era cierto; sin embargo la reforma litúrgica es algo distinto de la excavación arqueológica, y no todos los desarrollos de un ser viviente tienen por qué estar en concordancia lógica con una regla histórica o racionalista. Esta es la razón por la cual –como el autor muy acertadamente señala, no se le debería permitir a los expertos tener la última palabra en lo referente a la reforma litúrgica. Los expertos y los pastores tienen cada uno un papel que desempeñar (del mismo modo que en política, los especialistas y los gobernantes representan dos planos distintos). El saber de los estudiosos es importante pero no puede trasladarse directamente a las decisiones de los pastores, puesto que éstos tienen sus propias responsabilidades escuchando a los fieles, acompañando con comprensión a aquellos que realizan las cosas que nos ayudan a celebrar el sacramento con fe hoy día, distinguiendo aquellas que no ayudan. Una de las debilidades de la primera fase de la reforma luego del Concilio fue que prácticamente sólo se escuchó a los especialistas. Hubiese sido deseable una mayor independencia de los pastores.

Puesto que en general es demasiado obvio que el conocimiento histórico no puede ser elevado inmediatamente al rango de nueva norma litúrgica, este entusiasmo arqueológico fue muy fácilmente combinado con pragmatismo pastoral: primero de todo se decidió eliminar todo lo que fuese reconocido como original y que no fuese parte de la “substancia”, y luego se añadieron los “restos arqueológicos” de acuerdo a “criterios pastorales”. Pero, ¿qué es “pastoral”? Los juicios acerca de estas cuestiones realizados por profesores eruditos frecuentemente se vieron influidos por presupuestos racionalistas y no fue infrecuente que errasen acerca de lo que realmente sostiene la vida de los fieles. De este modo actualmente, luego de que la Liturgia fuese extensamente racionalizada durante la fase inicial de la reforma, los fieles buscan ávidamente formas solemnes, una atmósfera “mística” y sacralidad. Sin embargo, -y esto es cada vez más claro, puesto que los juicios acerca de la eficacia pastoral son grandemente divergentes, el aspecto “pastoral” es el punto en el que la “creatividad” ha irrumpido, destruyendo la unidad de la Liturgia y reduciéndola a algo deplorablemente banal. Esto no significa negar que la Liturgia Eucarística, así como también la Liturgia de la Palabra, es a menudo celebrada reverente y “bellamente” en el mejor sentido de la palabra, sobre la base de la fe del pueblo. Pero, puesto que estamos buscando los criterios de reforma, tenemos que mencionar los peligros, que en las últimas décadas, desafortunadamente no han consistido en meras imaginaciones de los tradicionalistas opuestos a la reforma.

Quisiera volver por último a la cuestión acerca del modo en que el culto era presentado en un compendio litúrgico como un “proyecto para la reforma”, o sea como un taller en el que siempre se está ocupado trabajando en algo. Diferente, y sin embargo relacionada con esto, es la sugestión de algunos liturgistas católicos acerca de que debemos finalmente adaptar la reforma litúrgica al “giro antropológico” de los tiempos modernos y construirla en un estilo antropológico. Si la Liturgia aparece en primer lugar como el taller para nuestras actividades, esto significa que se ha olvidado lo esencial: Dios. Puesto que la Liturgia no se refiere a nosotros, sino que se refiere a Dios. El olvido de Dios es el más grande peligro de nuestra época. Contra esto, la Liturgia debería levantar una señal de la presencia de Dios. Pero, ¿qué ocurre si el hábito del olvido de Dios sienta sus reales en la misma Liturgia y si en ella sólo estamos pensando en nosotros? En toda reforma litúrgica y en toda celebración litúrgica la primacía de Dios debe ser mantenida por encima de todo.

Con esto he ido más allá del libro de Dom Alcuin. Pero pienso que ha quedado claro que este libro, el cual ofrece un abundante material, nos enseña algunos criterios y nos invita a una ulterior reflexión. Estas son las razones por las que lo recomiendo.

Joseph Cardinal Ratzinger

26 de julio del 2004

lunes, 7 de diciembre de 2009

Continuidad asegurada


Hace algunos minutos, la Santa Sede informó que el Santo Padre ha nombrado al padre Pedro Daniel Martínez, hasta ahora rector del Seminario de San Rafael, obispo coadjutor de San Luis.
Muchas cosas se podrían decir, en el sentido en que lo hace un comentarista del post anterior, o en el sentido contrario, pero no es cuestión en estos momentos, me parece, de estar peleándonos por todo esto. Lo importante es saber que la obra iniciada por Mons. Laise, con sus luces y sus sombras, tiene continuidad.

Mons. Pedro Martínez, ad multos annos!

Nota bene 1: Esta noticia dejó zecco a más de uno.
Nota bene 2: No se pierdan la entrada del blog de Teseus sobre esta noticia.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Piedra Libre


Página 12 los descubrió. A los católicos fascistas y homófobos argentinos, representados por un grupillo de abogados pertenecientes al elenco estable de cuanta causa reaccionaria haya estallado el país en los últimos treinta años.

En fin, una de las periódicas diatribas del Pasquinete 12, esta vez con información de baja, o bajísima, calidad. En efecto, cualquiera puede conocer los “asombrosos” datos que descubre con sólo tipear los nombres propios que allí aparecen en el Google. No me explico por qué, si todo responde a un pequeñísimo número de trasnochados, le dedican al tema la nota de tapa y cuatro subnotas. Aunque, pensándolo bien, es fácil de explicar. Saben exactamente dónde poner el objeto de su odio.

Pero me voy a dedicar a una de las subnotas, firmada por Sergio Kiernan, quien es el titular en Argentina de la Jewish Telegraphic Agency, titulada Redes y cajas chinas. El autor demuestra que, en realidad, los católicos reaccionarios argentinos, no son más que cuatro pelagatos que, utilizando sellos de goma y apelativos diversos, pretenden aparecer como multitud. El impresionante listado de asociaciones católicas busca “disimular la escasez de gente y hacer pensar que los proverbiales cuatro gatos locos son legión”.

El autor pasa lista a un buen número de nombres, todos ellos conocidos por nosotros y, como corresponde, todos ellos enemigos del Wanderer, y desenmascara a las instituciones, asociaciones, librerías y sellos de gomas desde los que operan. En fin, nada que no sepamos.

Pero hay algo verdaderamente preocupante en la nota: todo lo que dice es verdad. Es decir, los católicos reaccionarios argentinos somos cuatro gatos locos. Y menos mal que no se ha enterado que estamos irreconciliablemente peleados entre nosotros. Una innegable realidad trágica.

No vamos a discutir ahora si son convenientes o no las acciones realizadas por los abogados católicos. Lo cierto es que nadie había hecho nada frente a la putimonio. JB, desde su oculta sede cardenalicia, se había limitado a señalar el problema legal que ese acto acarrearía. No era cuestión de hablar de orden natural, por ejemplo; no sea lo confundieran a él también con los reaccionarios. Pero la realidad es que los católicos, y no hablemos ya de reaccionarios o progresistas porque este tema no admite esas divisiones, no tenemos una think tank respetable. O, dicho de otra manera, no tenemos intelectuales católicos.

En verdad creo que la escasísima especie de los intelectuales católicos argentinos se extinguió hace ya varios años. Repasemos un poco lo que hay.

No quedan casi revistas católicas serias, canal casi natural de expresión de esa intelectualidad. Criterio apostató hace rato (basta ver su misión) y Cristo Hoy cumple más bien que mal una función pastoral y masiva, pero del todo ineficaz en cuanto a influencia en la opinión pública. Queda Gladius, un limitado órgano de divulgación con un poquito más de nivel que la antiguo Esquiú. Muchos se enojarán por esta afirmación pero a las pruebas me remito, y los invito a hojear el último número (74), deteniéndonos en los artículos.

1) Un relato de Nicolás Kasanzew de su encuentro con Solyenitzin. Interesante, pero es divulgación.

2) Un artículo acerca de las fuentes de la ley natural en Tomás de Aquino. En el primer párrafo, la autora hace referencia a la “filosofía de la acción” de Santo Tomás de Aquino, algo que, por cierto, no existe, y las únicas referencias comprobables que aporta, fuera de obra de Tomás de Aquino, es a Cicerón. Ni una sola referencia a la autoridad mundial en ese tema preciso que, casualmente, es una investigadora católica argentina (Laura Corso de Estrada), ni a ninguna otra bibliografía. Es decir, el articulito es solamente una divulgación del tema o, si quieren, una reflexión bienintencionada de la autora sobre los textos tomasianos.

3) Un artículo sobre el sentido de la educación en Tomás de Aquino. Como dice en el acápite, se trata de una conferencia pronunciada en el colegio Catherina de Fasta. Es decir, divulgación, y de la mejor.

4) La ¡cuarta! parte de un artículo sobre el excelente libro de Marie-Christine Ceruti-Cendrier sobre la desmitologización de los Evangelios que es, como el autor dice, una “enumeración de los argumentos identificados por la autora”. Es decir, divulga un libro escrito en francés para los que nos saben francés.

5) Un artículo sobre la psicología moderna a partir de la Veritatis Splendor. Ya de entrada, de científico no tiene nada cuando se pretende juzgar una ciencia experimental a partir de una encíclica polaca, pero todo se resuelve en las palabras que encabezan la conclusión: “La psicología moderna es limitada. Son sus bases una filosofía antimetafísica, una satánica psicología y una herética teología”. Toda una declaración de principios que eximen cualquier comentario.

6) Un muy breve comentario a Macbeth de Shakespeare.

Luego vienen comentarios al paso sobre noticias que al redactor le parecieron relevantes y termina con la reseñas a libros escritos por amigos y, cuando no es el caso, libros de divulgación altamente conocidos como los de Régine Pernoud.

En definitiva, Gladius es una revista de divulgación con cierto nivel. ¿Y eso está mal? No, al contrario, está muy bien. Y esperemos que siga saliendo por muchos años. Pero no nos confundamos, Gladius no es una revista de la intelectualidad católica argentina. Y, si lo fuera, estaríamos peor de lo que creo.

Y si pasamos a los libros católicos argentinos, nos encontramos con un panorama similar. Excelente divulgadores que publican en buenas ediciones (nobleza obliga reconocer la excelente edición que realizó el IVE al libro de divulgación sobre el Ché Guevara de Díaz Araujo), pero nada más que eso.

¿Existieron los intelectuales católicos argentinos alguna vez? Yo creo que sólo tuvimos dos: Leonardo Castellani y Carlos Di Sandro. Dejo abierta la lista. Es para discutirla.