sábado, 31 de mayo de 2008

Multum in parvo


Para nuestra edificación y verdadero aprovechamiento espiritual, reapareció el Athonita. Esta vez con una medulosa, en su sentido más propio, reflexión sobre el Corazón de Jesús.


“Arribo ahora al inefable centro de mi relato; empieza aquí mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo trance, prodigan los emblemas... Un Aleph es un punto del espacio que contiene todos los puntos. El lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, desde todos los ángulos... el multum in parvo... En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia... El diámetro del aleph era ínfimo pero el espacio cósmico estaba allí... cada cosa era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa de Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, vi a un tiempo cada letra de cada página, vi tigres, émbolos, bisontes, vi todas las hormigas que hay en la tierra...”

La Tradición Católica –desde aquel logos spermatikós de san Justino- ha enseñado y ejercido ese arte peculiar que consiste en asumir como propio cuanto de bueno y verdadero se ha dicho sobre el orbe. Un paso apenas más allá de esta regula formae mentis, consiste en rastrear –no sin cierto vértigo- otra suerte de semillas (los rusos las llamaron pneuma spermatikós) cuya característica central consiste en tratarse de afirmaciones o incluso acontecimientos que por sí mismos y por su propia intención nada dicen ni aportan a la Verdad de nuestra Fe, pero que a nosotros, los videntes del tiempo final, nos hablan de Dios sin mayores exigencias criptográficas. Inaugura la lista aquel “conviene que muera uno solo por el Pueblo” del perverso Caifás, profeta al fin. Pero la lista es incontable. Dentro del vasto catálogo botánico de estas semillas, hay una sub-especie que en verdad con poca agua germina en cristiandad: son las semillas recolectables en los pliegues de la Literatura Universal.
Toda esta perorata, para introducir el texto inicial, página central del legendario Aleph de Borges. Y afirma este monje que sembradas estas paganísimas letras en el huerto de la Santa Montaña, pues me ha brotado en Fiesta; y no cualquier fiesta, sino solemne y fontal: la del Sagrado Corazón de Jesús.
Dice san Gregorio –hablando sobre las prefiguraciones veterotestamentarias- que una persona no sólo provoca una sombra a sus espaldas; sino que –según su ubicación y la del sol- también sobre el camino que avanza delante suyo puede percibirse por momentos su oscura silueta. Pues, a mí me ha parecido que aquella escena que transcurre en el sótano de la calle Garay describe en sombra y figura aquella otra, en Jerusalén, al octavo día de la Pascua del Señor, donde un tal Tomás palpara -como un ciego lee su braile- las entrañas mismas del Señor Jesús. El Mellizo lo resume con cuatro palabras -Señor mío; Dios mío-; Borges lo amplifica así: “sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto eso secreto cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo”.
El Corazón de Jesús es el epicentro (centro del centro) de esa inmensa y vasta constelación que compone el firmamento de verdades con que los cristianos navegamos de noche y en alta mar hacia el puerto eterno. En un texto muy antiguo la Cristiandad ya se planteaba la necesidad que procurar una jerarquización de las verdades de la Fe y una purificación de devociones periféricas, en busca de tópicos que concentren la totalidad del Misterio: “el Costado Traspasado de Cristo es ciertamente uno de ellos, donde toda multiplicidad se torna uno, como centro repleto del Misterio de Dios... El Dios Misterio eterno, Inmensidad sin nombre, bienaventurado Abismo que llena todo y que no es encerrable por nadie, habita allí.”
No obstante, curiosamente, muchos pensantes de la teología o cristianos muy formados, haciendo gala de llevar una fe sobria, purificada de angelotes renacentistas y devociones precámbricas, incluyen en esta “limpieza” la devoción al Corazón de Jesús, que atribuyen a la habilidad con que los jesuitas lograron hacer de Jesús un santo más para los altares laterales.
“Es muy doloroso comprobar que en el pasado y en nuestros días, -afirma Pio XII cincuenta años ha- algunos cristianos no tienen este nobilísimo culto en el honor y la estima debidos... abrigando prejuicios llegando hasta a reputarlo como menos adaptado, por no decir nocivo a las necesidades espirituales de la Iglesia y de la Humanidad en la hora presente. Porque no faltan quienes confundiendo o equiparando la índole primaria de este culto con las diversas formas de devociones que la Iglesia aprueba y favorece, pero no prescribe, lo tienen como una añadidura que cada uno puede practicar a voluntad... Lo consideran una devoción sensible no inspirada en altos pensamientos y afectos y por tanto más propia de mujeres que de personas cultas (HA, nn.5-7).
No siempre Juan llega antes que Pedro al Nudo, y a veces es éste último el que tiene que esperar a boca del Sepulcro a que cultos y pensantes teólogos y fieles lleguen demorados. Los 50 años de demora aún se prolonga... Y Pedro sigue allí, aguardando, ahora en la persona de Benedicto, que en su Carta conmemorando estos cincuenta años, insiste en que, tratándose del “misterio del amor de Dios por nosotros, el contenido del culto y de la devoción al Corazón de Jesús es, al mismo tiempo, el contenido de toda verdadera espiritualidad y devoción cristiana. Por tanto, es importante subrayar que el fundamento de esta devoción es tan antiguo como el mismo cristianismo. Y remata nuestro amado Papa: la mirada puesta en el costado traspasado de la lanza se transforma en silenciosa adoración. La mirada en el costado traspasado del Señor, del que salen sangre y agua, nos ayuda a reconocer la multitud de dones de gracia que de ahí proceden y nos abre a todas las demás formas de devoción cristiana que están comprendidas en el culto al Corazón de Jesús.
Estamos, sin más, ante el multum in parvo que ansiaron tanto los antiguos y que la misma Cristiandad tanto le ha costado coordenar.
En uno de los monólogos del Otelo de Shakespeare, afirma el moro de Venecia: el corazón no hace, el corazón es. Y a la luz -o sombra- de esta oscura sentencia, se me ocurre aportar un argumento de corte metafísico en favor de este crónico intento por afianzar la centralidad teológica del Misterio del Sagrado Corazón. La enunciación sería así: el Corazón de Jesús es Jesús mismo. Todos sabemos que los hombres valemos más por lo que somos que por lo que hacemos. Es la primacía del ser por sobre el hacer. Lo que pareciera costarnos más, es darle a Dios participación en este principio. Dios vale por lo que hace. Y es amable por la misma razón. El Año litúrgico entero parece ser un itinerario completo en que repasar de a una sus Acciones, única fuente -pareciera- capaz de despertar la fiesta, el gozo, el culto.
Dios hace maravillas. Es un hecho. Pero hay una parada, una statio, en el convulsionado ritmo litúrgico, en que el discípulo atento a las obras vira levemente el foco de su prisma (sin cambiar de objeto, me ajustarán los teólogos) para pasar del Dios de las maravillas al Dios maravilloso; de las obras de Dios -como decía van Thuan- al Dios de las obras. Esa Statio es la Fiesta entre manos: la Solemnidad del Corazón de Jesús. Y aunque todos tendamos a aplicarle a la Fiesta acciones concretas de Cristo (el ejercicio amante de este Corazón) es un día en que vale “forzarnos” a este ejercicio óptico. ¡Mírame a Mí!, parece ser el grito amante que nos llega. Por una vez, por una sola vez no te detengas ni en mis milagros, ni en mis discursos, ni en mi muerte ni en mi resurrección; por una vez, cae en la cuenta de que Yo Soy.
Y entonces ocurre algo que linda con lo inefable; y es que del Costado abierto de este Nuevo Adán, gravitando sobre el Ser de este Verbo en quien fueron hechas todas las cosas, todo cuanto existe entra a constelarse en torno a este Principio, y cada existente refracta y resuena como armónico de la Nota primordial, el Aleph sin Aleph, que como un Orfeo canta y encanta con su Cántico Nuevo.
Ante esa Música callada, atestiguo lo que vi y oí en la sonora Montaña Santa; y mi testimonio es válido y sé que digo la verdad para que también ustedes crean. Pues bien: tuve vértigo y lloré pues en Él lo vi todo: vi toda la sangre y todas las aguas del orbe. Y me postré y lo adoré.


El Athonita


jueves, 29 de mayo de 2008

Abstracción e iluminación


Deduzco que la mayoría de los lectores de este blog, y yo mismo, recibimos una formación combática. Con esto quiero decir que nos educaron con un combo que, invariablemente, incluía en lo religioso, el catolicismo conservador; en lo intelectual, el tomismo y, en lo político, el nacionalismo. En la mayoría de los casos estos tres elementos se convertían, convertuntur, al modo de los trascendentales del ser. Y entonces, el católico debía ser tomista y debía ser nacionalista. Cualquier desviación de esta línea, o cualquier intento de armarse el propio combo, era censurado y castigado con la exclusión de los círculos que se frecuentaba.
No me quejo de la formación que recibí. Al contrario, la agradezco. Sin embargo, me parece natural que, a medida que se crece y se madura, se acrecienta la capacidad crítica y la posibilidad de un pensamiento autónomo que, sin negar las grandes líneas de la propia formación, pueda proponer matices o interpretaciones diversas. Por cierto que para muchos esto es una “herejía”, en el sentido más propio de la palabra, es decir, una “separación” del tronco original, toda vez que, para ellos, el tronco original es el catolicismotomistanacionalista. Si así fuera, proclamo mi herejía. Yo, en cambio, creo que el tronco original es el cristianismo que refulge en una explosión de colores y matices diversos, y no veo la necesidad de la unidad absoluta que otros proponen.
Uno de los pilares más fuertes que recibí en mi formación tomista, y al que me aferré, tal como me enseñaron, con saña y pasión, fue la doctrina de la abstracción. Siempre la sostuve con el convencimiento y la tranquilidad de que, de ese modo, me alejaba de los peligros del idealismo y otros errores que pretendían quitar al hombre la posibilidad de conocer la realidad por sus propios medios. Tamaño disparate el de Kant pretender que nuestra relación de conocimiento se daba exclusivamente con las ideas. Y muchos, la mayoría de mis eximios maestros tomistas, extendían el disparate a la peregrina propuesta de San Agustín que, siguiendo a los platónicos y neoplatónicos, paganos y cristianos, que lo habían precedido, muchos de ellos Padres de la Iglesia, postulaba la necesidad de una iluminación divina para explicar el conocimiento, o al menos parte de él. Y la disparatez se extendía a todos los agustinianos medievales y modernos, entre ellos el santo doctor Buenaventura de Bonareggio, la mayoría de los cistercienses y muchos, muchos más.
Cuando me fui haciendo mayorcito y el juicio crítico se fue, proporcionalmente, desarrollando, me empezó a parecer medio raro que en la historia de la Iglesia hubiesen tantos disparatados personajes y, sobre todo, que ellos no fueran los protagonistas de la “contrahistoria de la Iglesia”, como algún Michael Onfray autóctono pudiera proclamar, sino santos Padres y Doctores. ¿Por qué, entonces, debía aceptar como dogma incuestionable que el origen del conocimiento es la abstracción y que la única iluminación posible es la del intelecto agente, y apartarme de la teoría de la iluminación? Durante años lo hice por obediencia y humildad frente a los maestros.
Pero será que la acumulación de décadas es proporcional a la intensidad del juicio crítico o que, definitivamente, tengo vocación de hereje, cada vez adhiero menos a la teoría de la abstracción para explicar la “magia” del conocimiento. Leía el fin de semana textos de algunos cistercienses del siglo XII, ignotos en los ámbitos de la universidades católicas, pero con santidad reconocida por la Iglesia, y que proponen una via media, ciertamente muy interesante. En el universo material existen cinco elementos ordenados según una jerarquía relacionada con su mayor o menor sutileza y, analogamente, el conocimiento se efectúa en cinco escalones que conducen a la sabiduría. Entonces, a cada grado de la materia corresponde un grado del conocimiento: tierra, agua, aire, éter, cielo empíreo se corresponden análogamente con la sensación, la imaginación, la razón, el intelecto y la inteligencia. Los primeros tres grados de conocimiento se realizan de un modo natural, por las facultades propias del hombre. Los dos últimos, en cambio, que corresponden al conocimiento superior, provienen de una iluminación de Dios. El intelecto conoce lo verdaderamente incorpóreo (las sustancias espirituales) y la inteligencia lo puramente incorpóreo (Dios) por iluminación divina. “Las teofanías descienden a la inteligencia desde arriba”. Es este el nombre que le dan a la iluminación puesto que cada acto de la inteligencia constituye una mostración que surge de Dios y revela su propio ser, constituyéndose así en una autorevelación.
No se trata de rechazar la abstracción. En todo caso de ubicarla en su justo lugar, tanto en la teoría del conocimiento, es decir, válida para los primeros grados del conocer, como en su contextos histórico, es decir, una teoría tardía que irrumpe en Occidente luego de mil trescientos años de pensamiento y de doctrina, y que fue tomada por muchos como bandera única de la ortodoxia, con el descrédito consecuente de la enseñanza anterior. ¿Habrá querido eso Santo Tomás?


El campo en cuerpo y alma


Cruz y Fierro me envió el siguiente texto de María Lilia Genta. Vale la pena leerlo.


Si la tierra es el cuerpo de la Patria, el campo es mucho más. El campo es cuerpo y alma. Es la tradición donde se hermanan los señores de la tierra, el Martín Fierro y la «gringada».
No santificamos a nadie. Como la corrupción de lo mejor es lo peor sabemos que hubo «señores» que dejaron de ser tales -aristocracia devenida en oligarquía-. Sabemos que los «señoritos» anduvieron «tirando manteca al techo» por París. Pero aún esa «oligarquía falaz y descreída» que muchas veces traicionó la tradición, por obra de sus mujeres (que se ocupaban de las «devociones») nos legó maravillas de arte sacro, por ejemplo. De esas maravillas gozamos ahora nosotros y gozarán nuestros hijos, nietos y será por siglos. Para nombrar algunas: la Catedral de Mar del Plata, la Capilla del Asilo Unzué, la Catedral de La Plata. El populismo, en cambio, arrasó con las mansiones. El Estado pudo haberse quedado con ellas, si sus dueños no podían o no querían conservarlas, y convertirlas en museos, hoteles, hosterías para preservar el patrimonio artístico. Esto es lo que hicieron los europeos. ¿Acaso no cuesta muchos menos euros dormir en un «palazzo» que en un estándar hotel de «cadenas» internacionales? En Argentina pasamos la topadora al patrimonio de excelencia.
La propaganda oficial es canallesca, mentirosa y hasta anacrónica. No quedan ya latifundistas vernáculos. Sí, hay pooles financieros que se van apoderando de la tierra argentina y de sus frutos magnificentes. Tampoco quedan, salvo en las bellísimas canciones folklóricas, arrieros solitarios de a caballo. El campo se ha tecnificado. Y están los «gringos». Chacareros casi todos. Argentinos de segunda o tercera generación. Laboriosos como sus mayores que les enseñaron a aprovechar el centímetro de la tierra porque en Europa estaban acostumbrados a plantar y cosechar hasta en las piedras. ¿Molesta a este Gobierno de resentidos nuevos ricos que los gringos ya no tiren de un arado ni cosechen a mano? ¿Que den trabajo a miles de obreros de la agroindustria comprando maquinarias? ¿A los que regalan a su hija adolescente un auto suntuario les molestan las 4 por 4 de la gente del campo? ¿O es que piensan que debe seguir viajando en carro?
Hay cosas que el hombre de ciudad no entiende. El sufrimiento por las cosechas perdidas, las sequías, las inundaciones. No entienden que aún los ruralistas poderosos que pueden asegurar sus cosechas sufren por las cosechas perdidas porque éstas significan mucho más que «rentabilidad» para el hombre de campo.
Soy porteña, pero conozco bastante el campo y, sobre todo, las chacras entrerrianas. Si bien alguna vez pasé veranos en estancias de amigos de mi padre, mucho más tiempo pasé «turisteando» por las chacras de Gualeguaychú. Los campos de los Melchiori que con sus primos Fiorotto y De Zan ocupaban las tierras de Gualeguaychú y Larroque. O mis padres visitaban a Doña Dina, la madre de los Melchiori, en «La Gayola», o ellos venían con sus hermanos curas a visitar a mi padre, vestidos de impecables bombachas blancas, cintos trabajados en plata labrada, pañuelo al cuello y chambergo (esa era la vestimenta pueblera y la Capital era para ellos el pueblo más grande).
Por esas causalidades (no creo en las casualidades) en la década del 80 la Providencia nos llevó a visitar, pasar temporadas, departir con chacareros y «puebleros». La reunión de los lunes en el Club «El Progreso», de Gualeguaychú, donde estancieros, chacareros y otros «minifundistas» cenaban todos juntos. Ellos, invitaban a mi marido; ellas, a mí. Los hombres en un comedor, las mujeres, en otro. Los hombres hablaban de siembras, cosechas y ganado. Las mujeres hablábamos de política porque a esas alturas del siglo XX tanto las esposas de los «chicos» como de los «grandes» eran tan o más «leídas y escribidas» que los maridos. Pero la tradición de comedores separados se mantenía. Mi marido solía escabullirse a los postres para hablar con nosotras porque de política entendía más que de granos y de carne.
Pero los dos aprendimos muchísimo. Gracias a Dios ya habíamos vivido unos cuantos años muy lejos de la Capital. En cada lugar enriqueciéndonos en el trato con la gente del interior. Conocimos un poco la Argentina. Con ese poco nos basta para indignarnos cuando el periodismo vil, que se dio vuelta de un día para el otro, analoga a D'Elía con De Àngelis. Éste votó a Pino Solanas: yo a Gustavo Breide: es indudable que no tengo coincidencia política con él. Pero se nota a la legua que este gringo es un hombre auténtico, todavía incontaminado (más de un follón andará detrás de él para hacerle oír las sirenas del poder). Es semejante a todos los gringos que conocí en Entre Ríos. Líder nato, temeroso de Dios: «no llevo la reliquia colgada al cuello, sino en el bolsillo porque hay que ser y parecer y yo no soy de los mejores». Pero cuando se las ve mal pone su mano en el bolsillo y aprieta la reliquia. Esto es lo que más me conmovió en De Àngelis. Un sentido del pecado que ya no se ve ni en los obispos. Espero que no se deje torcer por ningún ventarrón ventajero. Que no afloje, no sólo en la lucha sino en su dignidad de hombre de campo. Si hay un ruralista que cumple aquello de que «el jefe nace, no se hace» es este gringo que galvaniza con su verba encendida, clara y abierta. Que se quede con su séptimo grado, con su hijo en la Universidad (tradición bien argentina), la reliquia en el bolsillo, galvanizando a su gente. Que siga sin dialogar con D'Elía. Que no caiga en la tentación. Amén.


martes, 27 de mayo de 2008

¿Cuánto falta?


Después del domingo en Rosario, y después de la locura de la respuesta peronista de hoy martes, me vuelvo a preguntar: ¿Cuánto falta?

sábado, 24 de mayo de 2008

Juan Carlos Montiel


La pluma de Juan Luis Gallardo nos deja una semblanza de don Juan Carlos Montiel, otro combate bien peleado, otra vida y muerte envidiable.



El pasado mes de mayo murió Juan Carlos Montiel, en su casa de Bella Vista. Murió viejo, aunque nunca, ni siquiera con motivo de la enfermedad que sobrellevó por cierto tiempo, perdió ese aire juvenil y distinguido que lo caracterizaba.
Le agradezco a Antonio Capponetto que, por medio de Juan Olmedo, me haya encomendado la tarea de escribir esta nota. Pues hacerlo me permite, por un lado, rendir homenaje a la memoria de Juan Carlos y, por otro, acometer la grata tarea de retroceder en el tiempo para evocar momentos que vivimos juntos.
Dicen que en una nota periodística se han de evitar las referencias personales, soslayando el empleo de la primera persona del singular. Jamás acepté esa regla y tampoco ahora me sujetaré a ella, pues estimo que son, precisamente, las referencias personales las que determinan que no resulte indiferente el hecho de que una nota la escriba una persona u otra.
La vinculación de mi familia con la de Juan Carlos, en efecto, se remonta a la lejana época en que mi padre, hombre de la ciudad hasta entonces, resolviera radicarse en el campo y, para ello, edificar una casa plantada en medio de la llanura. El constructor de aquella casa fue el padre de Juan Carlos. Y mi padre, que heredó la inclinación hispánica de dejar constancia cuasi notarial de los sucesos, así lo hizo constar en el encabezamiento de un acta que conservo:
La ceremonia de hoy tiene un alto significado que he creído necesario hacer notar.
El Reverendo Padre Ulrich (...) bendice los cimientos de nuestro hogar, el 25 de mayo de 1936, festividad de la Asunción de Nuestra Señora.
Están aquí presentes mi amigo Montiel Villarino, a cuya capacidad he confiado esta obra (sigue lista de nombres y, luego, firma de los presentes).
Estimo que el acta, además de atestiguar sobre el comienzo de las obras de nuestro hogar, acredita también la antigüedad de la relación familiar señalada.
Nació Juan Carlos en Henderson, un pueblo chico de la provincia de Buenos Aires por donde pasaba el entonces llamado Ferrocarril Midland, que tenía la peculiariedad de ser el único de trocha angosta que atravesaba los campos porteños, como diría Benito Lynch.
Inquieto y estudioso, con marcada inclinación por las Ciencias Naturales, Juan Carlos dejó sus pagos y se graduó de biólogo en La Plata. Después de recibirse viajó a España, enviado por Pax Romana, y, allí, obtuvo una beca para adquirir conocimientos relativos a bosques.
De regreso se casó con Irene Massaux, hija de don René Massaux, belga, ex combatiente de la Primera Guerra Mundial que, prisionero de los alemanes, se enamoró de una alemana, Erna Hagn, quien lo ayudó a escapar, viniendo ambos a la Argentina después de casarse. Massaux era experto en genética vegetal, instaló en la localidad bonaerense de Pirovano una chacra experimental y creó algunas variedades de trigo y maíz que llevaron su nombre.
Después de su matrimonio, ingresó Montiel en Parques Nacionales y, durante algo más de un par de años, ofició de guardaparque en Bariloche, entrando así en relación estable con aquellos bosques que tanto le atraían. De la montaña volvió a la pampa, a una fracción de campo, entre Pirovano y Daireaux, que denominó María Hué, nombrando en araucano a María Santísima.
Mientras transitaba yo el bachillerato, a los tumbos, concurrí a María Hué para que Montiel me preparara en materias tales como Física y Química que, en calidad alumno libre, debía rendir en el Colegio Del Salvador con suerte diversa. Llegaba allí a caballo y, debo confesarlo, buena parte del tiempo me lo pasaba charlando con Juan Carlos de temas más interesantes que las referidas asignaturas, especialmente de arte pues a ambos nos gustaba la pintura. Le llevaba mis dibujos (siempre me gustó dibujar) y, cuando le hice conocer mis primeros versos, él me aconsejó que siguiera dibujando.
Juan Carlos sería más tarde el primer director del Colegio San Pablo, creado por el Padre Etcheverri Boneo y que tan buena formación ha dado a sucesivas generaciones de muchachos que fueron sus alumnos. Mientras vivían en el primer edificio donde funcionó el San Pablo, Irene y Juan Carlos promovieron el noviazgo de mi hermana Agnes con Pancho Bosch.
Con experiencia en menesteres pedagógicos fundó por fin su propio colegio, al cual bautizó Don Jaime, como homenaje a la memoria de Jaime Braun, un chico por el que sintió especial afecto y que se mató en un accidente de automóvil en caminos patagónicos.
Además de los ocho hijos de su matrimonio con Irene, el Don Jaime fue la obra de su vida para Juan Carlos. Referencia ineludible para definir Bella Vista, suministró a los chicos de la zona y hasta a los hijos de amigos que vivían lejos, una educación cristiana, humanista y patriótica decididamente excepcional. Quizá en aquellas aulas, tal como me ocurrió a mí cuando iba a recibir clases en María Hué, sobre la enseñanza estrictamente curricular haya primado el contexto, el ambiente, el empeño por suscitar inquietudes. Ser alumno o exalumno del Don Jaime, por influencia de su fundador, mucho más que una garantía de conocimientos específicos fue la certeza de una actitud ante la vida.
Profesores de amplia experiencia y jóvenes con inclinaciones docentes enseñaron en ese colegio para el que, por encargo expreso de Montiel, escribiría yo la letra de su himno. Pues, naturalmente, coherente con su estilo, el Don Jaime no podía dejar de tener un himno.
Hará cosa de un año hablé por última vez con Juan Carlos. Me llamó a casa para decirme que acababa de releer mi novela El penúltimo ataque. Y que me quería agradecer que la hubiera escrito. Tal vez para atemperar su antiguo consejo respecto a que antepusiera yo los pinceles a las letras. Me emocionó el gesto, muy propio de él.
Enterado tardíamente de su muerte, falté a su entierro. De modo que fui a visitarla luego a Irene, quien me contó dos cosas, que quiero incluir como cierre de esta nota, dedicada a un argentino ejemplar.
Se refiere la primera a que, ya muy impedido, recluido en su casa, solicitaba a diario que lo llevaran frente a una ventana, para poder mirar el magnífico roble que se alza en el jardín, embajador acaso de bosques lejanos.
La segunda corresponde a su dulce final. En paz con Dios, como siempre, la mandó llamar a Irene, que se sentó a su lado. Estuvieron un rato tomados de la mano y Juan Carlos le dijo: quería despedirme. Después, inclinó la cabeza y se murió, dejando tras de sí una honda huella de buenas obras.

Juan Luis Gallardo


viernes, 23 de mayo de 2008

Corpus Christi, una esperanza


La Provindencia bendijo a nuestro país la fiesta de Corpus Christi de 1955. La portentosa manifestación de fe de ese día no fue sólo un tributo al Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor, sino también una muestra del hartazgo que el pueblo argentino tenía por la corrupción y el gobierno tiránico de Perón. Fue uno de los detonantes de la caída su gobierno.

Este año, contemplando estupefactos el proverbial desmanejo del gobierno de turno, y el desastre político y económico que se aproxima inexorablemente si esta misma chusma sigue en el poder, los festejos del Corpus Christi coincidirán con la gran manifestación rural y federal de Rosario.

¿Sería ingenuo esperar que, como hace cincuenta y tres años, quiera el Señor en este día auspicioso, enviar a su ángel y librarnos de los canallas?

Recemos para que así sea.


gibelino@hotmail.com

lunes, 19 de mayo de 2008

Castrillón Hoyos responde


Entrevista al cardenal Castrillón, presidente de la Comisión Ecclesia Dei, para que lo lean los obispillos argentinos:


Eminencia, a pocos meses de la promulgación del Motu proprio, ¿qué balance hace?
'Con el Motu proprio el Papa ha querido regalar a todos una renovada oportunidad de disfrutar de la enorme riqueza espiritual, religiosa y cultural presente en la liturgia del rito gregoriano. El Motu proprio nace como un tesoro ofrecido a todos, no en primer lugar para salir al encuentro de las quejas y requerimientos de algunos.
No pocos de los que en un principio no estaban implicados con esta forma del rito romano, ahora manifiestan una gran estima.
Entre los fieles distinguiré tres grupos: aquellos que están vinculados de forma cuasi orgánica con la Hermandad San Pío X; aquellos de la Fraternidad San Pedro y, finalmente el grupo más importante y numeroso, formado por personas afectas a la cultura religiosa de todos los tiempos, que hoy descubren la intensidad espiritual del rito antiguo y, entre estos, numerosos jóvenes. En estos meses han nacido nuevas asociaciones de personas pertenecientes a este último grupo.
A propósito de la riqueza, algunos liturgistas subrayan el hecho de que el rito extraordinario no oferce la riqueza bíblica introducida en el novus ordo...
'Estos no han leído el Motu proprio, porque el Papa afirma que las dos formas se deben enriquecer mutuamente. Es evidente que tal riqueza litúrgica no se desprecia. En el novus ordo con los años se lee prácticamente toda la Biblia, y esta es una riqueza que no se opone, sino que se integra en el rito extraordinario.
Otra objeción es sobre el peligro de que celebraciones separadas y diversas puedan crear comunidades separadas...
'Es una multiplicidad que enriquece, es una más amplia libertad cultural que el Papa introduce de una forma audaz. Por el resto, en las parroquias hay muchas diferencias en las celebraciones, y no quiero hablar de los abusos, porque no son los abusos la razón principal del Motu proprio.

Monseñor Camille Perl, ha anunciado que en breve habrá un documento aclaratorio del Motu Proprio. ¿Cuándo se publicará?
«Fue el Cardenal Bertone quien lo anunció, y tiene el derecho de hacerlo. Pero, yo, que soy un servidor del Papa, lo anunciaré sólo cuando lo diga el Papa. Nuestra Comisión ha referido al Pontífice que de todas partes del mundo llegan tantas preguntas, muchísimas justificadas, otras debido a falta de conocimiento. El Santo padre, y sólo Él, dirá si conviene hacer tal documento y cuando».
¿Cuáles son las preguntas que han llegado y que merecen una respuesta?
«La primera se relaciona con el latín —dicen— celebrar en una lengua que no se conoce no es conveniente. Desafortunadamente los seminaristas, pero también algunos sacerdotes, no lo han estudiado y entonces es difícil para ellos celebrar en la forma extraordinaria. Para hacerlo deberían al menos conocer el canón de la Misa, la parte de la consagración. Nosotros en “Ecclesia Dei” nos estamos equipando y estamos preparando encuentros, cursos y comunicación informática para un profundo conocimiento de la liturgia anterior. Algunos cursos ya estan activos en Francia, Alemania, en Brasil, en America Central y el los Estados Unidos. En Toledo, en España, por ejemplo, se está evaluando si conviene hacer un seminario extra para la preparación al rito extraordinario o dar cursos especiales en el seminario de la diócesis. En general se nota un interés de regresar el latín en el mundo académico. Ha sido triste en estos años constatar el abandono no sólo de la lengua latina, sino también de ciertos contenidos teológicos coligados a la precisión semántica de la lengua latina».
Otro problema es la carencia de sacerdotes...
«Si en una diócesis faltan sacerdotes y sólo tres o cuatro fieles demandan el rito extraordinario, es una cosa de sentido común pensar que sea difícil satisfacer la demanda. Pero, porque la intención, la 'mens', del Papa es conceder este tesoro para el bien de la Iglesia, donde no haya sacerdotes la mejor cosa sería oficiar una celebración según el rito extraordinario en una de las Misas dominicales parroquiales. Sería una Misa para todos, y todos, aún las generaciones jóvenes, disfrutarían de la riqueza del rito extraordinario, por ejemplo, esos momentos de contemplación que en el Novus Ordo han desaparecido».
¿Entonces Ud. sostiene que, aunque no haya un grupo consistente y estable, en el futuro se piensa ofrecer una de las Misas dominicales en el rito extraordinario?
«Pienso que sí. Por otra parte, esta posibilidad ya había sido aprobada unanimemente en 1986 por una Comisión cardenalicia en la cual estaba presente también el cardenal Ratzinger, pero en ese entonces no llegó a ser operativa. Ahora estaría seguro que podría realizarse».
Otro punto para clarificar es la definición de “grupo estable y consistente”. ¿Qué se entiende exactamente?
«Es una cuestión de sentido común: ¿por qué hacer un problema si las personas que piden el rito vienen de diferentes parroquias? Si se reunen y piden una Misa, se convierten en grupo estable, aunque no se conozcan de antes. Aunque [sobre] el número es una cuestión de buena voluntad. En algunas parroquias, especialmente en el campo, en los días de feria las personas que participan en la Misa ordinaria son tres o cuatro y lo mismo pasa en no pocas casas religiosas. ¿Por qué si aquellas mismas tres personas buscan la Misa antigua, sería pastoralmente necesario rehusarla?».
¿Entonces el futuro documento debería ser más acogedor a las peticiones de pocos?
«Si, pero se necesita entenderlo no como una cosa que va en detrimento de otros, de la mayoría, sino por el enriquecimiento y siempre evitando toda forma de contraposición, por mínima que sea»....
Después de la reformulación de la plegaria del Viernes Santo se ha dicho que se volvía cuarenta años atrás en el diálogo hebraico-cristiano. ¿Se esperaban estas críticas?
'¿No es una cosa buena rezar por nuestros hermanos hijos de Abraham?
Abraham es padre de la fe, pero en una cadena salvífica en la cual se espera al Mesías. Y el Mesías ya ha llegado. En los Hechos de los Apóstoles leemos que, en un día, se convirtieron 5 mil hebreos. No contesto la plegaria del novus ordo, pero considero perfecta la actual del rito extraordinario. Y rezo de buena gana por la conversión de tantos amigos míos hebreos, porque creo verdaderamente que Jesús es el Hijo de Dios y el Salvador de todos'




viernes, 16 de mayo de 2008

El ángel del Chaitén


Apareció nuevamente Jack Tollers.

Wanderer:
Adjunto un texto de Newman y una foto del Chaitén que me parece apropiada para los tiempos que corren.
Claro, Newman parece dar por sentado que los ángeles que regulan el cosmos son todos buenos. Y no parece, ché.
Total que no tengo resuelto si el Angel del Chaitén es bueno o caído...
Podría ser cualquiera de los dos. Fuera el bueno y nos podría castigar (por aquello de la reversibilidad).
Pero si es el malo sería el caso de quién está preocupado porque sabe que a su Jefe (y a él) le queda poco tiempo...
Y vuelvo a mirar la foto, y vuelvo a dudar.
De lo que no dudo es que es tiempo de oración.

Jack Tollers

El texto de Newman:
¡Cuán numerosos son los bellos y admirables objetos que la Naturaleza nos presenta a nuestro alrededor! ¡Y qué poco sabemos acerca de ellos! Es cierto que en algunos nos parece advertir síntomas de inteligencia y nos llegamos a formar una idea aproximada de lo que son. Por ejemplo, acerca de los brutos animales sabemos poco, pero con todo vemos que tienen sentido, y entendemos que su forma corporal constituye un indicio de cosas que no vemos, el signo exterior de cosas invisibles. Mucho más en el caso de los hombres: los vemos moverse, hablar, actuar, y sabemos que todo lo que ocurre es consecuencia de su voluntad puesto que los habita un espíritu interior, aunque no lo veamos. ¿Pero por qué fluyen los ríos? ¿Por qué nos calienta el sol? Y el viento, ¿por qué sopla? Aquí falla nuestra razón natural; sabemos, digo, que es el espíritu que en el hombre y en el animal hace que se mueva, pero la razón nada nos dice acerca de aquello que se conoce como la naturaleza, el mundo natural, que haga que cumpla con su tarea. Por supuesto, es la voluntad de Dios la que todo lo sostiene; y así esa misma voluntad hace posible que nosotros también nos movamos: pero ¿cómo se mueven el viento y el agua, la tierra y el fuego? Ahora bien, aquí se interpone la Escritura y parece decirnos que semejante admirable armonía es resultado del trabajo de los ángeles. Aquellos acontecimiento que le atribuimos al azar, o a la naturaleza, tales como las estaciones del año, son tareas realizadas como deberes para con el mismo Dios que hace que sus ángeles sean vientos, y sus ministros, llamaradas de fuego. Por ejemplo, fue un ángel el que le otorgó cualidades medicinales a aquella piscina de Betsaida; y no hay razón ninguna para dudar que existen otros manantiales terapéuticos como aquel en este y otros países, hechos por virtud de un ministerio igualmente invisible. Los fuegos en el Monte Sinaí, los truenos y relámpagos, fueron obra de los ángeles; y en el Apocalipsis leemos de ángeles que están restringiendo los cuatro vientos. Por tanto, en lo que se refiere a las comunicaciones de las Escrituras, aprendemos que el curso de la naturaleza, tan admirable, tan bello y tan temible se realiza por medio del ministerio de estos seres invisibles. La naturaleza no está inanimada; su trabajo diario es inteligente; sus obras son deberes. No pretendo decir que la Escritura nos informa qué cosa es la Materia; pero afirmo que, así como nuestras almas mueven nuestros cuerpos, del mismo modo existen Inteligencias Espirituales que mueven aquellas admirables y vastas porciones del mundo natural que parecerían estar inanimadas; y así como los gestos, habla y expresiones en los rostros de nuestros amigos a nuestro alrededor hacen que podamos descifrar lo que quieren decir y nos permiten tratar con ellos, del mismo modo, en las mociones de la naturaleza universal, en el intercambio entre el día y la noche, entre el verano y el invierno, entre el viento y la tormenta, cumpliendo con Su palabra, se nos recuerda a aquellos benditos y fieles obreros que son los ángeles de Dios.


Yo creo que es el ángel bueno, que es gorila.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Ángel Salvat by Childerico


Childerico, un diletante y cuyano lector del blog, se hizo eco del pedido de algunos colegas, y me ha mandado una semblanza de don Ángel Salvat de quien yo sólo había escuchado su música.



Wanderer:
Me animo a escribirle esta breve reseña de don Ángel Salvat porque lo considero un deber de conciencia. En Salvat he visto, durante muchos años, a uno de los pocos TESTIGOS del Resucitado que aún quedan dando vueltas. Me parece que me salió sin darme cuenta la mejor definición que podría hacer de él: Testigo.
Me disculpará que esta semblanza sea más bien de carácter personal. La musical y literaria pueden sus lectores encontrarla en otra parte, y on mucho mejores que las mías. Por ejemplo, la de Liliana Pinciroli en: http://elblogdecabildo.blogspot.com/2008/02/crtica-literaria.html, y hasta podrán escuchar algunas de sus canciones en este vínculo: http://cruz-y-fierro.blogspot.com/2007/05/otra-de-don-angel-salvat.html
A Salvat lo conocí siendo niño, cuando en las noches golpeaba la puerta de mi casa, o la de mis tíos, acompañado de su guitarra y de sus libros. Se sentaba en la sala hablando con mis padres sobre la situación de la patria o de la iglesia, luego nos cantaba algunas de sus canciones, nos mostraba los últimos libros y revistas que había recibido -a veces comprábamos algunos- y también sus discos. Al irse, nos dejaba fotocopias de algún artículo de “Cabildo” o de algún texto de Castellani. Y así, tarde tras tarde, noche tras noche, recorría en su bicicleta con un cajoncito de madera en la parrilla donde colocaba sus libros envueltos en bolsas de supermercado, o en su destartalado 404 celeste metalizado, las calles de San Rafael, golpeando en casa de amigos o de simples conocidos, con el único y sublime afán de ser testigo de la verdad y del amor que él había descubierto.
Estudió ingeniería en La Plata. A mitad de su carrera se dio cuenta que los números y las medidas no eran lo de él. Pero ya era tarde: sus padres, que con sacrificio le pagaban sus estudios, no entenderían de filosofías o de músicas. Y así, cuando obtuvo su título, se instaló en San Rafael, y trabajó durante todas las mañanas de su vida en la Dirección General de Irrigación.
Casado con una dama española que jamás perdió la distinción ni el gracejo de su raza, se los veía diariamente en la misa de San Antonio de Padua, donde los franciscanos hacían inauditos experimentos litúrgicos; pero él, don Ángel, testimoniaba delante de todos su adhesión a la Tradición comulgando de rodillas.
Lo conocí más profundamente en mi adolescencia. Invitado por un profesor nacionalista, nos reuníamos en casa de Salvat todos los viernes. Eran los inicios de los ´80. Allí nos juntábamos un par de compañeros, que desertaron al poco tiempo, y algunos personajes mayores de antología: Amalia Bellitti, ideóloga de la revolución que el brigadier Capelini le hizo a Perón, Martirián Faura, fiscal y severo crítico musical, Francisco Navarro Hinojosa, ministro provincial durante el gobierno militar y, luego, co-fundador del Pais, fracasado proyecto político mendocino. Y allí Salvat nos hablaba de Castellani, Meinvielle, de Mons. Lefevbre y del progresismo, del peligro de Juan Pablo II y de Caponnetto.
Fue en esas reuniones donde le compré los libros de Castellani, “Los protocolos...”, números sueltos de “Jauja” y de “Cabildo”, y hasta la colección completa de la desopilante “Masonería” de Patricio McGuire. Salvat era un verdadero apóstol de la buena prensa.
Ángel Salvat fue siempre un defensor de la liturgia tradicional, en un pueblo de provincia desinteresado por cuestiones trascendentes. Y su defensa férrea provocó que siempre se lo considerara un “loco”. Fue particularmente testimonial en la peor época del progresismo, cuando en esta ciudad cuyana no habían más que algunos pocos curas mediocres, que seguían las modas episcopales del momento, sin demasiada maldad pero sin demasiada bondad tampoco.
A mediados de los ´80, ya sabemos, llegaron las ordas del IVE, y la primera estrategia fue obnubilar a los pueblerinos con sotanas y medios latines. Nos parecía que aquello que tanto habíamos esperado, finalmente, llegaba. Don Ángel comentaba: “Nunca creí que iba a ver esto”. El único que nos advertía del caballo de Troya kukú era el cura Fernando Yáñez (¡Qué buena idea sería escribir un post sobre él: chapeau P. Fernando!). Pero los orcos pronto mostraron quiénes eran: un petiso respondón determinó los grados de obediencia a la Santa Sede, y nos dejó fuera de la comunión católica; y un petiso que fungía de liturgista dictaminó las correspondencias entre usos y gustos de roquetes con puntilla, casullas guitarra y candelabros con el grado de mariconería, y nos dejó del lado de los de dudosa masculinidad, mientras el gran maestre sonreía con desprecio entre su calva y su barriga.
Vi por última vez a Salvat una calurosa mañana de enero de este año, en la misa tradicional que ha comenzado a celebrar una curita en la iglesia de San José. Allí estaba, con su rostro grave, junto a su esposa, como testimonio vivo de fidelidad. Porque, estimados lectores porteños, es bastante fácil ser fiel rodeados de amigos, con reuniones semanales en librerías detrás del Congreso, con rondas de whiskey los domingos en Bella Vista o con picadas y Rincón Famoso en La Gota de San Telmo. Pero no es fácil serlo en la soledad más espantosa: la soledad de vivir entre mediocres, la soledad de no tener con quien hablar, la soledad de vivir rodeado de grupos de católicos galvanizados por el clericalismo piadosón del sur mendocino, la soledad de la incultura y de los horizontes estrechos. Entonces, cada día que pasa se vive como un día menos de lucha, y hasta se desea que se apresure el fin, no sea que nos cansemos en el camino.
Y en soledad, Ángel Salvat fue el TESTIGO FIEL. Hasta el fin.


Childerico

martes, 13 de mayo de 2008

Llegaron a la meta


En los últimos días hemos recibido las tristes noticias de la muerte de algunos atletas de la fe, que ya pelearon el buen combate y han llegado a la meta:

- Octavio Sequeiros, inolvidable por la claridad de su doctrina y su fidelidad a la tradición.

- Juan Carlos Montiel, cristiano, patriota y educador.

- Angel Salvat, el "alma de pie de gallo" sanrafaelino, que conservó la fidelidad en la más espantosa soledad.

Que a todos ellos el Señor les de el descanso eterno y que, desde donde están ahora, intercedan por nosotros, y allí nos esperen para el encuentro definitivo.

Al final, las noticias no eran tan tristes...